sábado, 22 de octubre de 2011

La ‘zona cero’ se rinde a los pies de los marchistas

La plaza Murillo terminó rindiéndose a los pies de los indígenas. A las 18:40, un fuerte contingente policial abrió la barricada de fierro y dejó ingresar a los que hasta ese momento impedían el paso. Fue un triunfo que en las caras de esos hombres y mujeres llegados desde tierras bajas se manifestaba a través de sonrisas tímidas.
Es que una de las exigencias por parte de los indígenas para que el diálogo con el presidente Evo Morales prospere, era que el Gobierno permita que los marchistas que estaban en tres campamentos de La Paz ingresen al corazón del poder político para masificar la vigilia a favor del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis).
Pero no hay motivos para festejar. Por más que el presidente Evo Morales haya abierto las puertas de la plaza Murillo y permitido que 20 originarios ingresen a Palacio Quemado para dialogar sobre una ley que asegure que por el Tipnis no pasará ninguna carretera, los marchistas tienen claro que lo conseguido hasta ahora ha tenido un costo muy alto, como la muerte del líder chiquitano Eddy Martínez, que perdió la vida en un accidente de avión cuando retornaba de Santa Cruz, adonde fue a buscar recursos para los marchistas, porque la comida se había acabado.
Desde el 15 de agosto, cuando empezó la marcha en Trinidad, también falleció Pedro Moye, de 13 años, que cayó de una camioneta; Juan Uche, de ocho meses, no aguantó una infección estomacal y tres mujeres embarazadas abortaron por la caminata.
El chiquitano Javier Cuéllar caminaba rumbo a La Paz con una bandera negra en memoria de todos los caídos. Y ahora que están en la sede de Gobierno, el luto lo siguen llevando en el corazón, asegura Aidé Ortiz, una mujer a la que se la conoce como la puntera porque caminaba en primera fila con la tricolor nacional colgada de un palo que agarraba con las manos.
A la zona cero no ingresaron todos, solo los que tenían una credencial que los acreditaba como marchistas, pero no lo hacían con las manos vacía. La gente cargaba atadijos con ropa, frazadas, carpas y ollas para cocinar el famoso locro carretero.
Muchos se sentían asombrados al ver Palacio Quemado. El miércoles habían ingresado tras su llegada a La Paz después de haber caminado más de 550 km desde Trinidad. Pero aquel día estaban tan eufóricos que no se dieron tiempo para ver los detalles de la casa de Gobierno. Ayer, tras poner sus pies en la plaza, había quienes miraban durante minutos a los Colorados de Bolivia. También disfrutaban de la catedral que está al lado del Palacio Presidencial, y el edificio amarillo de la Asamblea Legislativa Plurinacional.
La multitud se detuvo frente al balcón de Palacio Quemado en espera que salga Evo, pero el presidente bajó de su despacho y cruzó la plaza Murillo a las 21:05 y estuvo ahí hasta las 21:15. Dijo que empezó el diálogo y que disculpen la demora. Sobre el ataque de los policías en Yucumo, afirmó que él no ordenó lo sucedido y que una investigación identificará a los culpables. El único momento que aplaudieron fue cuando anunció que el Tipnis no será atravesado por una carretera.

La guardia indígena se hace respetar por los policías
Fue un encuentro de tú a tú. En las esquinas de la plaza Murillo, los policías que custodian al presidente Evo Morales y a Palacio Quemado miraron de frente a la guardia de seguridad de la marcha indígena, que ayer pudo ingresar a la zona cero.
Los policías, por órdenes del Gobierno, abrían paso a los indígenas para que lleguen hasta la plaza Murillo y así reforzar la vigilia que 200 originarios venían realizando desde el miércoles.
Los policías estaban vestidos, como siempre, de verde, con cascos, escudos protectores y equipos antimotines. Por su parte, los de la guardia indígena estaban vestidos de paisano: poleras o camisas gastadas, pantalones remendados, chinelas y en las manos un arco y varias flechas.
Con esos arcos y esas flechas patrullaban luego alrededor de la plaza Murillo. Lo que ocurre es que algunos indígenas denunciaron que durante la madrugada los policías arrastran sus escudos por el suelo en señal de amedrentamiento. Cuando eso ocurre, los originarios recuerdan los ataques de los policías que se produjeron el pasado 25 de septiembre, cuando fueron brutalmente golpeados.

Para saber

- Estadía. Los niños también ingresaron ayer a la plaza Murillo. Caminaban de la mano de sus padres. Muchos ponían sus caras de asustados cuando pasaban cerca de los policías. Todavía persisten los traumas por la fatídica noche del 25 de septiembre, cuando fueron agredidos por los uniformados.

- Devoción. La fe en Dios se puso en evidencia. Algunos marchistas llevaban crucifijos en sus manos, otros rezaban. La fe en Dios ha acompañado a los originarios a lo largo de la marcha, que empezó el 15 de agosto y que llegó a La Paz el miércoles. La Iglesia católica también ha sido un soporte para ellos.

- Recorridos. Antes de que ingresen a la plaza Murillo, por la ciudad caminaron varios grupos de indígenas. Estaban paseando, mirando los escaparates de las tiendas, observando los edificios y las calles angostas e inclinadas de la ciudad de La Paz, donde llegaban por primera vez.

- Aprontes. El jueves, dentro de Palacio de Gobierno, los jefes militares corrían por los pasillos hacia el garaje, donde se producían los más duros enfrentamientos entre marchistas y policías. El correteo de los militares era frenético hacia la calle Ayacucho, donde está la puerta de servicio de la casa de Gobierno.

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