miércoles, 2 de febrero de 2011

El ñande reko, la comprensión de la vida buena del guaraní

Una serie de preceptos y modos de ser otorgan la oportunidad al indígena de superar en su vida los defectos para alcanzar la perfección en una tierra buena, sin mal y sin la muerte.

Los antropólogos mencionan que no se puede hablar de los guaraníes sin referirse a su búsqueda, incansable y hasta profética, de la tierra sin mal. De este modo una experiencia indígena se torna en un paradigma para pensar cuál será el proyecto de una sociedad más solidaria y humana en una forma de vida buena.

El hombre y la mujer guaraní conciben a la tierra sin mal como tierra nueva y tierra de fiesta, espacio de reciprocidad y de amor mutuo que produce también personas perfectas, que no sabrían morir. Varias generaciones de estos pueblos indígenas continúan viviendo con esta premisa.

Lo mejor de la documentación etnográfica de los jesuitas respecto a los guaraníes se concentra entre los años 1594 y 1939. Es el período en el cual se dan los primeros contactos de los jesuitas con las naciones genéricamente conocidas como guaraníes, cuando se realizan “entradas” en regiones hasta entonces poco o nada “batidas del español”, y se establecen nuevas reducciones.

Es la noción de ñande reko –dicen algunos investigadores–, que puede ser traducido como “nuestro modo de ser”, pero que encierra también otros significados.

Las grandes virtudes del guaraní son el buen ser (tekó porá), la justicia (tekó jojá), las buenas palabras (ñeé porá), las palabras justas (ñeé jojá), el amor recíproco (joayhú), la diligencia y la disponibilidad (kyrey), la paz entrañable (pya guapy), la serenidad (tekó ñemboroy), un interior limpio y sin dobleces (pyá potí).

Los guaraníes son pueblos que se mueven en una amplia geografía, con migraciones a regiones distantes y con desplazamientos frecuentes dentro de una misma región.

La tierra buena, la que produce fiesta y palabra comunicada, es la misma que trae consigo la perfección y la plenitud: aguyjé. Por lo tanto, los frutos que alcanzan su plena madurez, como las personas que alcanzan la deseada perfección, tienen aguyjé.

Los investigadores dicen que en esta perfección está expresado el ideal de persona humana, con sus virtudes y ejemplos. Estas formas y modos de ser no se refieren a comportamientos individuales e intimistas, sino a relaciones con los otros. Estas virtudes se visualizan y se socializan principalmente en las reuniones políticas y en los convites religiosos; ellas están muy relacionadas con el decir: palabra escuchada, palabra dicha, palabra profética. Y estas palabras reciben su condición de posibilidad de las prácticas de la reciprocidad.

LA BÚSQUEDA

El guaraní busca la buena tierra en este estado de perfección, para el cual confluyen varias condiciones, el uso de diversos medios y hasta la práctica de determinadas técnicas psicorreligiosas; salir de la tierra mala, llegar a un lugar de abundancia, poder realizar convites y fiestas, alcanzar experiencias místicas extraordinarias. Algunos antropólogos consideran que éstos son los medios que posibilitan la perfección y llevan la condición humana a su plenitud.

Dos tipos realizan esta perfección guaraní: el paí y el karai. El primero es el padre de una familia extensa, hombre de respeto, anciano tal vez, con un algo de chamán y profeta.

Mientras que el karaí es el chamán caminante, cuya función exclusivamente religiosa parece desligarlo de alguna manera de la comunidad.

Las dos figuras –paí y karaí–, a pesar de todo, no se contraponen; juntas representan una forma de sociedad y un ideal de persona en que la reciprocidad económica sea general y plena, y cada uno pueda alcanzar el estado de perfección en una tierra donde no hay mal y no hay muerte.

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