Son las 7:50 de la fría mañana del 8 de agosto de 2010. Han pasado ocho días de la solemne festividad de San Ignacio de Loyola, fundador de la compañía de Jesús, elevado a santo por la Iglesia católica y convertido en el patrono de San Ignacio de Moxos, localidad conocida en el país como la capital folclórica de Beni. Puntualmente llega al templo misional Manuel Jare Tumo, de 81 años, que es el ‘rezador’ o ‘doctrinero’ más antiguo del coro indígena de la población y que dirige la oración del rosario antes de cada misa dominical.
El doctrinero en San Ignacio es el que interactúa con las ‘mamas’ (mujeres indígenas de avanzada edad), que son infaltables en las celebraciones litúrgicas, así como con el sacerdote y hasta con un ‘tamborero’ apostado en el atrio del templo que previamente llama a los fieles, junto a las cantarinas campanas que son tocadas de manera armónica.
“Yo juré al coro hace 55 años; es decir, soy su miembro más antiguo y conozco los gustos de los ignacianos, porque ignacianos somos todos los que hemos nacido, hemos vivido y amamos este pueblo”, aclaró Jare.
Y es que un postulante al coro indígena debe conocer muchas cosas de San Ignacio de Moxos, pues son los organizadores de la fiesta folclórica que ya ha cobrado fama fuera de sus fronteras.
El coro indígena es una de las instituciones más antiguas y sólidas de la localidad, está compuesto por 16 personas, de las cuales cuatro son violinistas, dos flauteros, cuatro cantores, cinco ‘bajonistas’ y un comisario.
“El cabildo viene y nos pregunta cómo debe ser la fiesta del pueblo, la Ichapequene piesta, porque su directiva es renovada cada año... Muchos desconocen las costumbres, que no se deben perder y que nosotros, como coro, las atesoramos”, comentó Jare.
Como institución ligada a la Iglesia católica, el coro de San Ignacio de Moxos fue el guardián de gran parte de los 7.000 folios de las partituras dejadas por los jesuitas luego de la conversión de los antiguos nativos punuanas y cañacures, que poblaban las extensas pampas y selvas de la región, y tras la expulsión de los discípulos de Loyola a fines del siglo XVIII.
Además de los jesuitas hubo algunos curas que incentivaron este arte, siendo los más destacados los franciscanos que fueron párrocos de San Ignacio en el siglo pasado, como Estanislao de Marchena, Daniel Gorostizaga y Alfonso Elorriaga.
Santifican las fiestas
Tal como manda el tercer mandamiento del catecismo católico, y que quedó como una herencia jesuítica, el coro indígena santifica gran parte de las fiestas religiosas.
“Cada celebración tiene su propia tonada; por ejemplo, Navidad comienza el 16 de diciembre con la novena, interpretamos los cánticos especiales para el Niño Jesús, para el Niño Redentor, para el Niño Pastor y para el Niño Mesías”, aclaró el doctrinero.
En estas misas también aparece otro músico, además de los 16 miembros del coro. Se trata de un intérprete que toca una tacuarilla, que tiene un pico de cera de abejas que al soplarla dentro de un vaso de agua suena como trinos de un pajarillo, haciendo que estas melodías diviertan y llenen de curiosidad a los fieles, pues pocos saben de qué se trata.
“Para Navidad es indiscutible la aparición del bombo y del zancuti, sin contar el pajarillo, que suena bonito y se lo dedicamos al Niño Jesús como un juguete”, agregó Jare.
Otra fiesta muy importante para esta institución es la Candelaria, el 2 de febrero, porque es el juramento de los nuevos miembros del coro, del cabildo, de los postulantes al conjunto Macheteros, para sacristanes y para abadesas. Se entrega las listas al sacerdote y éste los bendice por grupos.
Las siguientes celebraciones son el Carnaval y el Miércoles de Ceniza. Pero las carnestolendas se las festeja de otra manera: los indígenas asisten al templo al mediodía de las tres jornadas para cantar alabanzas y adorar al Santísimo Sacramento del Altar. El último día tienen una comilona en el cabildo.
El Miércoles de Ceniza se celebra una misa, en la que el sacerdote marca con una cruz la frente de los fieles. La ceniza se hace de la quema de las palmas usada en el Domingo de Ramos del año anterior.
“El jueves se adorna la imagen de Cristo crucificado, porque el viernes es el primero de la Cuaresma y comienzan los viacrucis preparándonos para la Semana Santa”, indicó uno de los doctrineros.
En la Cuaresma cambian los cánticos del coro, se interpretan los dolorosos, los misericordiosos y la Virgen Dolorosa la madre de Jesús. Esta misma música se ejecuta durante la Semana Santa para cambiar bruscamente por las aleluyas, las mismas que se cantan durante 40 días hasta la llegada del Pentecostés. Luego viene el Espíritu Santo y por último el Corpus Christi.
La Virgen del Carmen, el 16 de julio, también tiene una celebración especial, porque cuenta con una novena de misas que son solemnizadas por los cantores que sólo descansan una semana para iniciar el novenario de San Ignacio de Loyola, patrono de la población.
Luego de la última noche de novena, el 30 de julio, sale a pasear el ‘verso’ por todos los domicilios que tienen altares con la imagen de San Ignacio; bailan y cantan. Este denominado verso no es más que un grupo de ‘mamas’ (mujeres indígenas mayores) con sus trajes típicos (tipois), sombreros adornados con cintas multicolores acompañadas del coro, cuyos miembros llevan la tradicional camijeta, un gorro llamado muísire y portan todos sus instrumentos musicales.
Los tres días del jocheo de toros por la fiesta patronal, el coro se sienta al lado del corral para amenizar el evento. “Por ser nuestra ichapequene piesta, todo es alegría”, dijo Manuel Jare Tumo.
Finalmente, la última gran celebración de este coro moxeño es Santa Cecilia, el 22 de noviembre, que es la patrona de la música y de los poetas. En el altillo que usan dentro del templo tienen un órgano, el mismo que fue dejado por el cura franciscano Estanislao de Marchena, en la segunda década del siglo pasado y que nadie lo emplea, porque no lo saben ejecutar.
“En honor a Santa Cecilia se hace un velorio y una misa especial, y una comilona con chicha incluida”, se refirió Jare.
Pura voluntad
Pero estos músicos de qué viven. ¿Quién les paga? El violinista Marcial Jare Apace aseguró que todo es por pura voluntad, pues no hay aporte económico de parte de la iglesia ni de las autoridades locales de San Ignacio de Moxos.
“Al igual que los macheteros, somos la institución más importante, porque damos vida a la fiesta patronal. Cada integrante se consigue su instrumento musical que se lo lleva a casa. Sólo quedan en la iglesia los ‘bajones’ por su gran tamaño y por ser delicados al manipular. Por ello pedimos ayuda a nuestras autoridades, más ahora que son indígenas el alcalde, el corregidor y el vicegobernador”, manifestó Marcial Jare Apace.
Este coro ha pedido ayuda a la comuna moxeña para la dotación de cuatro ítems que les permitan contratar un maestro de violín, para cantor, para flautero y para bajo, respuesta que aún no llega. “Esperamos que la Alcaldía nos ayude. Hemos presentado nuestra petición dentro del POA 2011”, dijo Fidel Matene, flautero y ‘bajonista’.
Estos cargos son para formar nuevos integrantes antes de desaparecer, pues hasta antes de que la hermana María Jesús Echarri les enseñara a leer las notas musicales, en los años 90, todo lo ejecutado era de ‘puro oído’ y de memoria lo cual fue pasando de generación en generación.
Lo irónico es que el único reconocimiento que ha tenido este coro fue la declaratoria de Hijo Predilecto de Moxos mediante la Ordenanza Municipal 15/2003 del desaparecido alcalde Eduardo Abularach.
Los integrantes
Marcial Jare Apace 1º violinista
Édgar Vela Miche 2º violinista
Robin Cuéllar Tumo 3º violinista
Marcelino Apace García 4º violinista
Ignacio Sucubono Caiti 1º flautero
Valentín Nolvani Tumo 2º flautero
Manuel Jare Tumo 1º cantor
Pascual Masapaija Nuni 2º cantor
Clemente Tico Maemo 3º cantor
Juan de la Cruz Jare Sucubono 4º cantor
Ignacio Vela Matene 1º bajonista
Ricardo Tumo Sucubono 2º bajonista
Espíritu Pariqui Sita 3º bajonista
Fidel Matene Camino 4º bajonista
Genaro Conotiri Noe 5º bajonista
Severo Cárdenas compasero y violinista
Felipe Guachurne Guarúa Comisario
Testimonios
Fidel Matene (71) / Bajonista y flautero
Tengo devoción por estar en el coro. Por el momento llevo tres años aprendiendo a tocar el bajón, pues ya sé ejecutar la flauta, la caja (tambor) y el compás (bombo). El bajón es difícil de aprender a tocarlo, pero ahora ya lo hago más tranquilo.
Manuel Jare (81) / Cantor, doctrinero y rezador
Ahora soy maestro de capilla, empecé como violinista, hago tonadas de misas, de procesiones, de fiesta y de baile. Soy el miembro más antiguo del coro, llevo más de 55 años y conozco todos los detalles de la organización de nuestras fiestas religiosas.
Marcial Jare / Violinista
Soy agricultor, tengo una parcela en la comunidad Bella Brisa, cercana a San Ignacio de Moxos, en la que siembro frejol, arroz, maíz, sandía, camote, piña, naranjas, yuca y plátanos, producción que es para mi subsistencia anual. Pero lo que más me gusta es el coro... Llevo más de 30 años en él.
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