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jueves, 21 de junio de 2012

Mundo andino celebra llegada de Año Nuevo 5520

El Año Nuevo aymara 5520 o Willka Kuti concitó a miles de personas en las ruinas de Tiawanaku, en medio de encendidos reclamos contra el consumo de alcohol y la celebración a hurtadillas de fiestones, por ajenos al solemne rito ancestral.

El 21 de junio es, en el hemisferio Sur, el día más corto, el más frio y el sol empieza a tomar distancia de la Tierra para retornar a su posición normal en 3 meses, hacia el 21 de setiembre y el cambio de estación a la Primavera.

"Es el Sol viejo y los aymaras, los quechuas, los pueblos indígenas en todas partes (de Latinoamérica) tienen que hacer celebraciones, ritos para que el Sol no se vaya demasiado de tal forma que no vuelva, porque el Sol para nosotros es la vida, es todo. El Sol, cuando cruza por un vidrio, se destroza en 7 colores y esos 7 colores son la Whipala", insignia boliviana representativa de los pueblos originarios, ilustró el viceministro de Descolonización, Félix Cárdenas.

El Año Nuevo andino amazónico renueva, según Cárdenas, el conocimiento del mundo andino y de sus culturas circunsvecinas que se extienden desde el Rio Bravo, en la frontera mexicano estadounidense, hasta el más meridional Cabo de Hornos.

"Medir permanentemente saberes, conocimientos y avanzar entonces. Tiene esa connotación el Sol y se hacen todos los ritos para que no se vaya demasiado y retorne", afirmó.

Esta celebración rodeada de solemnidad inconmensurable la mayor parte del siglo XX y principios del actual y que producto de los estereotipos ha tendido en los últimos años a la desnaturalización, se representa la figura ancestral del Sol quieto, en la lejanía.

"En quechua el Año Nuevo", que no guarda relación con el Año Nuevo del calendario Gregoriano, que mide los tiempos de la civilización occidental en el mundo actual, "es Quitu, osea sol quieto, sol recto, un sol que no proyecta sombra hacia ningún lado de una persona y, por eso, han puesto Quitu en el Ecuador, señalando que ése es el centro del mundo y se ha casteñalizado y hoy es Quito" capital ecuatoriana, explicó la autoridad boliviana.

El Año Nuevo andino amazónico se ha celebrado por primera vez en la amazónica ciudad de Cobija, en el norte boliviano.

También, como hace ya décadas, en las ruinas precolombinas de Samaipata, en el departamento de Santa Cruz y otros tradicionales emplazamientos subandinos y andinos. En el Fuerte de Samaipata con el 'Yasitata Euasu', (Lucero del alba).

Por ejemplo, Pampa Aullagas, en el departamento de Oruro, y en el cerro de Inkarakay, en Cochabamba, donde se hallan emplazadas unas ruinas arqueológicas preincaicas.

En una muestra de interculturalidad de pueblos tales como los Essejas, Yaminawas, diferentes nacionalidades de tierras bajas, celebraron la fiesta de los originarios latinoamericanos.

Centro ceremonial de este reverencial rito ancestral, Tiwanaku es la cuna de la civilización precolombiana más longeva de América, nacida diez siglos antes de Cristo y perecida poco antes de la llegada de los Incas a estas tierras dominadas por el Lago Minchín, o Ballivián, ahora el celebérrimo Titicaca.

Se trata de un momento de suprema ritualidad, que los ancestros de los indios andinos celebran hace más de cinco milenios y que corresponde al instante en que la posición del Sol en el cielo se encuentra a su mayor distancia angular al otro extremo del plano ecuatorial.

El Solsticio, fuente de energía y renovación espiritual, se registra como fenómeno natural entre el 20 de junio y el 23 de junio en el hemisferio sur.

Coincide con el día más corto o la noche más larga del año, en los umbrales del cambio de estación del Otoño a Invierno y, para los agricultores andinos, el advenimiento del tiempo de preparación y tributo a la Pachamama (Madre Tierra, en aymara).

Tiwanacu, una ciudad de 15.000 habitantes, vive del turismo que recae sobre las ruinas de los que fue, en el siglo VII después de Cristo, el centro ceremonial de la urbe más poblada del planeta.

Se estima que en el apogeo del estadio Urbano Maduro, Tiwanacu, una civilización que llegó a desarrollar tecnología agrícola de punta, tenía una población de 100.000 habitantes, antes de desaparecer, explicablemente, entre los siglos IX y X de este mismo tiempo.

En momentos en que los tiwanakotas tenían capacidad para cultivar papas de 2 kg y para deshidratar tubérculos y tornarlos imperecederos, una sequía secular, traída por un meteorito del tipo de El Niño, con su consabida carga de masas de agua caliente intramarinas y disturbios atmosféricos, se desató en esta parte del planeta, entre el Pacífico sur y el macizo andino custodio del continente.

El fenómeno telúrico desbarató la civilización, alrededor de cuyas ruinas se activaba el sábado una febril actividad comercial y social.

ABI


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