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lunes, 18 de junio de 2012

Ayoreode, así viven, aman, se curan y mueren

La mujer tiene una tos persistente. Fue al hospital de Concepción y le detectaron tuberculosis. Aunque no estaba segura de lo que le decían, todos los días tenía que ir a tomar las pastillas. En algún momento pensó que la estaban regañando. “¿Qué será lo que me dice esta enfermera? Bueno, para que no se enoje mejor no vuelvo mañana”, pensó. Así dejó de tomar por un tiempo las pastillas y, como resultado, la tuberculosis que debía curarse con dosis diarias se convirtió en un mal multidrogoresistente.

Esa barrera lingüística es una de las muchas que muestra la investigación Pigasipiedie ijí yoquijoningai, Aproximaciones a la situación del derecho a la salud del pueblo Ayoreode en Bolivia. Son 632 páginas en las que seis investigadoras han recogido testimonios en la mayoría de las 29 comunidades que están en el departamento.

En este libro se refleja una sociedad de 2.500 ayoreode que sufre los cambios con violencia y otra de blancos o cojñone que exhiben su desgano para comprenderla. El libro es, en sí mismo, un ejemplo de lo que se puede lograr entre ambos mundos, porque el equipo de investigación estuvo formado por tres ayoreode y tres cojñone: Rocío Picaneré, Teresa Nominé, Tania Cutaminó, Irene Roca, Mercedes Nostas y Carmen Elena Sanabria. Las tres ayoreode no solo oficiaron de traductoras y las tres cojñone no solo se dedicaron a sistematizar el conocimiento. Esta investigación colaborativa incluía largas discusiones, por ejemplo, acerca de lo que significa ser mujer en ambos contextos y también consideraciones propias del método sociológico. Alex Rodríguez fue el consultor salubrista.

La presentación del libro se extendió durante tres días. Hubo paneles de discusión y se presentaron estudios como el de la Universidad Gabriel René Moreno. Estuvieron funcionarios del Servicio Departamental de Salud, medios, asambleístas, dirigentes ayoreode y representantes de ONG. En suma, no solo se ha visibilizado el silencioso etnocidio que sufre el pueblo ayoreode, sino que se han señalado caminos de solución.



CANTOS. Un anciano entona un canto guerrero, que también está asociado a la buena salud. Abajo, una niña recibe masajes para que sus piernas se formen armoniosamente















RESUMEN DE UNA MÉDICA
Tony Seng es una médica que está cerca de los ayoreode desde que estudiaba medicina. Ha elaborado una lista de cinco aspectos que la preocupan. La primera son los jóvenes. La pérdida de identidad y los problemas que algunos tienen con las drogas los llevan a padecer enfermedades. Josué Chiqueno, de la comunidad Tobité, lo expresa así: “Es por estar muy cerca de los cojñone. Les da vergüenza”, comenta. En sus entrevistas, Tania Cutamiñó vio que los ancianos lloran porque a sus nietos no les importa aprender el idioma ayoreode. “Se ríen de nosotros cuando hablamos. Dicen que mejor sería hablar castellano, como los isoseños que ya dejaron su idioma”. Paradójicamente, hace tiempo los isoseños ya empezaron a recuperar el guaraní. Dicen los jóvenes ayoreode: “Hablamos chuto el castellano. Somos discriminados por el idioma.

PROTECCIÓN. Estos signos clánicos fueron pintados para proteger la sede de una oficina. Actualmente, la costumbre se ha perdido













Es mejor olvidarlo”, cuenta Rebeca Chiqueno. Sin embargo, ella se da cuenta de que todo vuelve a su cauce, y con el tiempo, el saber de los abuelos volverá a ser valorizado.
Otra preocupación de Seng es la discriminación en el sistema de salud. Ya se puso un ejemplo, pero Irene Roca cuenta que al centro de salud de Taperas (a 50 kilómetros de San José de Chiquitos) llegó una mujer ayoreode embarazada. La enfermera le dijo que no era maga para hacer que nazca, y que mejor se vaya a parir a su comunidad. Ella y su marido volvieron caminando y en el camino nació el niño. No sobrevivió y la madre casi pierde la vida. El caso fue denunciado y la enfermera fue destituida.

LA DISCRIMINACIÓN ENFERMA
En el video que acompaña al libro, un médico estadounidense cuenta que fue a visitar a una mujer que tenía paludismo. Se dio cuenta de que en lugar de tomarlas, había triturado las pastillas, las mezcló con agua y se frotó el pecho. Roca cuenta que, por la costumbre de compartir, no es raro que alguien regale algún antibiótico que está tomando, con lo que interrumpe el tratamiento. Ocurre así porque nadie explica claramente que ese tratamiento no puede interrumpirse. “Algunas brigadas médicas que van a las comunidades a visitar a los pacientes de tuberculosis no los saludan”, cuenta.

“Parece que no nos quieren. Será por la forma de nuestro pelo, será por los ojos, por la forma de hablar”, comenta un anciano. No es extraño que reaccionen con rabia. ¡La discriminación enferma! Hay estudios que muestran ansiedad, hipertensión y estrés. “Oye, mi tensiómetro está mal”, le dijo una enfermera a Irene Roca. Cuando lo comprobó, no era así: todos los ayoreode estaban hipertensos.

HAY CAMINO RECORRIDO
Yaneth Ribera, doctora de la comunidad Yacuses, trabaja con el enfoque de Salud Familiar Comunitaria Intercultural (Safci). Ha visto cómo los ayoreode confían en los etnomédicos. Señala como fortalezas el hecho de que el Sedes tenga apertura para coordinar tareas de salud y acelera las pruebas de VIH. Hay contactos entre la Central Ayorea Nativa del Oriente Boliviano y otras instituciones. Sin embargo, hay mucho por hacer.

EN EL CAMPO SE VIVE MEJOR
Se debe averiguar por qué los ayoreode del campo están mejor que los de la ciudad. Un estudio realizado por la Uagrm, dirigido por Hugo Cuéllar, mostró que un 93% de los ayoreode del área urbana tenían Chagas, mientras que en el área rural, solo un 33%. En cuanto a las parasitosis, en la ciudad un 63% las padecía, y en el campo el índice llega al 34,59%. En la ciudad hay un 12,5% de tuberculosis y en el campo, ningún ayoreode la padece. Lo mismo se puede afirmar de la diabetes y de la función renal.

ENLACE CULTURAL
Algunas personas como Rebeca Chiqueno o Suia Picaneré ejercen como enlaces entre los médicos y algunos pacientes. Pero con eso no alcanza. Lo que han sugerido las comunidades es que haya una persona que hable su idioma en los centros de salud donde acuden. Este facilitador cultural puede tener un ítem, un sueldo. Con su mediación se aseguraría que los tratamientos se cumplan estrictamente y las dolencias no empeoren.

Se quiere establecer un fondo con seis becas para auxiliares de enfermería; mejorar el agua y el saneamiento, origen de muchas enfermedades; y un centro de rehabilitación de adicciones con enfoque intercultural. Hay Bs 1 millón para invertir, pero por ahora, la burocracia está frenando la ejecución. El riesgo está en que ese dinero puede pasar a otra partida si no se invierte, y el pueblo ayoreode no está para esperar mucho. Cada día tiene una nueva emergencia. Y no es culpa suya.




REGLAS. Los jóvenes no podían comer grasa porque se hacían lentos. La miel debía evitarse durante el embarazo para que el niño no crezca demasiado

Detalles mínimos de una gran cultura
En el erami nanique (el mundo de antes) se curaban con palabras poderosas. Tania Cutamiñó quedó sorprendida al ver que se curaban las mordeduras de víbora.
En un taller realizado en Malvinas, los participantes resumieron así cómo estar bien: no enfermarse; no tener problemas; ser feliz; no estar aburridos; tener una mujer; tener comida, comer verduras, comer puras comidas ayoreas, trabajar; tener hijos, no ser malos; jugar juegos, no buscar problemas; tener buenos amigos; hacer el amor con la mujer; no mentir; no emborracharse; no tener vicios, ser una buena persona; no hablar chismes”
.
Las mujeres no podían mirar a los ojos a quienes no eran de su propia familia. No hablaban directamente a sus cuñados.
Antiguamente, los ancianos que se sentían enfermos pedían ser enterrados. Hace poco, una anciana lo pidió pero no lo hicieron.
Los niños que quedaban sin padre eran enterrados para que no sufran. Un capitán buscó, hace tres años, a una niña para matarla, pero fue protegida por otro capitán, que la tomó bajo su protección.
Se ha tratado de sugerir que la prostitución es una costumbre extendida debido a la permisividad en la adolescencia. No es así. Las madres insisten en que sus hijas no sean cuajojodie (prostitutas)



TODOS. La costumbre de compartir hace que, en ocasiones, los pacientes regalen sus antibióticos a otros. Así interrumpen el tratamiento, porque no se les informa en su idioma

























Choque y contacto
En uno de los dos videos presentados, un anciano canta. Se lamenta porque ya no volverá al monte donde nació. Dice que ahí vivían todos sanos, pero desde que se juntaron con los blancos o cojñone, empezaron a enfermar.
Las enfermedades sexuales y el VIH no estaban extendidas en la población ayoreode, que empezó a ser contactada en 1948. Era frecuente que, al ver a algún ayoreode, los blancos disparasen sobre él. Había tensión entre ambos, al extremo de que un religioso tuvo que anunciar que “si ven a un bárbaro, no lo maten, nosotros lo vamos a amansar”.
Los ayoreode cuentan que la ropa les estorbaba, porque sudaban. Preferían la semidesnudez. La comida era mejor, “no era de ayer ni de anteayer ni de años. Hoy en día la comida es de años, por eso es que nos enfermamos; mi nieta es grande pero ella se enferma”, dice Iyadaté.
Las palabras para curar están desapareciendo. Recientemente murió Samane, el último que conocía casi todas las palabras poderosas.

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