domingo, 24 de junio de 2012

Los últimos kawésqar de Chile se niegan a ceder ante el olvido

Los últimos representantes de la etnia kawésqar resisten en la Patagonia chilena con el temor a que su desaparición arrastre al olvido las tradiciones de una cultura milenaria.

Celina Llan Llan es una kawésqar, aunque aclara que no es “pura”, sino una mezcla de razas. “Yo soy un cruce entre kawésqar y chilote -habitante de la isla de Chiloé-”, señala a EFE en su domicilio de Punta Arenas, a más de 2.000 kilómetros al sur de Santiago.

“Mi mamá es una de las personas mayores que ha vivido con la cultura de nuestra etnia y es neta kawésqar”, agrega Celina, mientras la anciana, sentada detrás y aparentemente ajena a la conversación, elabora con paciencia un cesto de mimbre.

La mujer se llama Rosa Catalán y tiene 73 años. Esto es, al menos, lo que aparece en el Registro Civil chileno desde los años 60, cuando un grupo de misioneros salesianos llegó al Seno Skyring, una entrada del océano Pacífico cerca de la Isla Riesco, en plena Patagonia, donde vivía Rosa, su familia y otros aborígenes.

Los religiosos censaron a los indígenas, analizaron su estatura y dentadura para calcular sus edades y les pusieron nombre. En algunos casos respetaron los nombres de origen kawésqar, aunque los apellidos hispanos y anglófonos de algunos de ellos denotan que otras veces fueron los misioneros quienes decidieron.

Los kawésqar, palabra que en su lengua significa persona o ser humano, son un pueblo nómada y canoero, que antiguamente recorría los canales de la Patagonia chilena, más al sur del estrecho de Magallanes y Tierra del Fuego.

Los antropólogos no se ponen de acuerdo sobre la época en que aparecieron, aunque se han hallado tumbas de hasta 4.500 años de antigüedad que aparentemente pertenecen a esta etnia.

Según cifras del último censo, realizado en 2002, en Chile hay 2.603 personas que se identifican como kawésqar. La mayoría son mestizos o mezcla con otras etnias, como Celina Llan Llan. Los kawésqar “puros”, como Rosa Catalán, no superan la docena.

“A los kawésqar era mejor sacarlos por la fuerza o asustarlos a balazos. A veces los mataban. Así fueron desapareciendo todos”, relata Celina, mientras su madre asiente con un monosílabo, sin levantar la vista del cesto de mimbre.

Reivindicación
Organización Como presidenta de la comunidad kawésqar en Punta Arenas, Celina trabajó durante muchos años para reivindicar sus derechos y tratar de evitar que su cultura y sus tradiciones desaparezcan con la paulatina muerte de los indígenas más ancianos. “Que se sepa que el indígena levanta la voz”, exclama Celina, quien considera que hay una “deuda histórica” con los kawésqar.

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