“Que no tenga que contar al Pilcomayo como un recuerdo”, dice una canción popular del Gran Chaco boliviano, donde la nación indígena weenhayek ve como ese río del que depende su subsistencia y su forma de vida se degrada por los errores del desarrollo.
“No te olvides que del río viene la vida para mi pueblo”, alertaba ya hace 10 años el cantautor Yalo Cuellar, en “Lagrimas del Pilcomayo”, un río que nace en los Andes de Bolivia, por donde recorre 836 kilómetros, para seguir luego por Paraguay y Argentina e integrarse a la gran cuenca del Plata. Pero nadie escuchó su denuncia.
El pueblo weenhayek, con más de 7.000 años y del que sobreviven unas 15.000 personas en 62 comunidades en la Región Autónoma del Gran Chaco, limítrofe con Argentina y Paraguay, ve disminuir día a día la pesca, pilar de su sustento, así como la flora y la fauna de la que también depende.
Detrás, dice Cuellar, está “un veneno que llega de lejos”, en forma de explotación hidrocarburífera y forestal, sobrepastoreo del ganado vacuno y caprino, sedimentación del lecho fluvial, sobrexplotación piscícola, contaminación, infraestructuras mal concebidas fuera de su frontera y dejadez de las autoridades nacionales ante todo ello.
Expertos en pesca
Los weenhayek (pueblo o gente diferente, en su lengua) son expertos en la captura de sábalo, dorado, surubí, pacú y bagre, y en la época de pesca, las familias enteras dejan sus hogares y acampan a orillas del Pilcomayo, donde parte del pescado se vende a intermediarios para su venta en las ciudades y el resto es para el autoconsumo.
El niyaat qoo-taj (capitán grande) de los weenhayek, Moisés Sapiranda, planteó a IPS la preocupación de su pueblo porque su principal fuente laboral, la pesca, “desde hace tres años se ve afectada por la falta de peces en el río”.
“Antes los peces llegaban en cantidad, había para escoger, ahora no hay nada para pescar”, explicó el máximo líder weenhayek, elegido junto con el segundo gran capitán, Jacinto Ugarte, en una asamblea de la Organización de Capitanías Weenhayek de Tarija, el sureño departamento, donde el Gran Chaco abarca 46 por ciento.
“Pedimos a las autoridades que resuelvan nuestros problemas con voluntad”, dijo Saparinda, durante una de las jornadas en que IPS recorrió diferentes comunidades weenhayek y participó en actividades de pesca con sus familias.
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