Los abuelos de Bertha Bejarano fueron dirigentes de sus comunidades en el oriente boliviano, en la región de San Ignacio de Moxos. “Fueron los primeros caciques, cuando todavía no había corregimiento”, dice ella.
“Soy indígena ignaciana”, afirma con orgullo esta mujer de 42 años, presidenta de la Central de Pueblos Moxeños del Beni (Cepembe) y líder de la IX Marcha Indígena en Defensa del TIPNIS, que llegó a pie hasta La Paz para pedir la abrogación de la Ley 222 o de consulta “previa” para la construcción de la carretera Villa Tunari – San Ignacio de Moxos, a través del corazón de la mencionada área protegida.
Nació en una estancia cercana a un pueblo llamado San Francisco de Moxos, pero pasó toda su infancia en una comunidad indígena llamada Argentina. Para los estudios secundarios tuvo que “salir” a San Ignacio de Moxos y a Trinidad. No pudo concluir el bachillerato. Tuvo a sus dos primeros hijos aún muy joven, fue madre soltera.
“Gracias a mis padres por lo menos sé leer y escribir”, dice con sencillez y cuenta que el tener su propia familia le impidió seguir estudiando. Volvió al campo. Aprendió las labores agrícolas y conoce a fondo todo lo que se refiere a la agricultura y la ganadería.
Pero Bertha pronto empezó a formarse como dirigente. Asistió a algunos talleres de liderazgo en su comunidad. Fue presidenta de la junta escolar, estuvo presente en los encuentros de corregidores y fue elegida presidenta de la subcentral de mujeres de su pueblo. “Nunca quise ser corregidora, aunque me nombraron muchas veces”, sostiene.
La lucha indígena
“Nuestra lucha siempre fue por nuestro territorio”, comenta y explica que el movimiento indígena y la encarnizada pelea por sus territorios no son algo que haya surgido ayer. Como dirigente, Bejarano empezó a demandar su territorio desde el principio.
“El primer problema que tenemos es con los grandes hacendados que cada día avasallan nuestro territorio, le ponen alambre y se creen dueños de nuestras tierras, sin tener siquiera un pedazo de papel que justifique que les pertenece. Mi territorio es el Territorio Indígena Moxeño Ignaciano, el TIMI. Hemos obtenido los títulos el año pasado, después de una larga lucha”, sostiene.
Sentada en el borde de la acera, frente a la Vicepresidencia en la calle Ayacucho, donde la marcha lleva a cabo una vigilia para presionar al Gobierno, que se resiste al diálogo, esta mujer corpulenta recuerda contiendas antiguas y tristes: “No es fácil. Cuántos años nos toma la demanda y la pelea con los ganaderos, la persecución, hasta el punto de que a uno lo pueden liquidar donde lo pillen. Gracias a Dios logramos consolidar nuestras tierras con los recursos de los fondos indígenas” cuenta y dice que su cargo en la Cepembe la faculta para representar y luchar también por el TIPNIS.
Bertha tiene diez hijos. Ocho de ellos de su actual matrimonio con Virgilio Moye, originario del TIPNIS. Durante la VIII Marcha Indígena, cuya principal demanda era que no se construya la carretera a través del TIPNIS, Bertha estaba embarazada; abandonó la caminata a punto de dar a luz, poco antes de la represión policial en Chaparina. Su hijo, José Carmelo, nació con cinco kilos y 600 gramos. Hoy tiene siete meses y llegó junto a su madre a La Paz. La gente de la marcha lo llama también Octavio. “Muchos querían que lo bautice con el nombre de Octavio por la octava marcha”, dice.
Bertha hizo la caminata de cerca de 600 kilómetros junto a seis de sus hijos y a su hermana Delia, que al igual que sus dos hijos mayores le ayuda con sus pequeños.
Ser dirigente y mujer es complicado por el tiempo que se deja de estar con los niños, con el marido y en el hogar. Virgilio no está de acuerdo con la presencia de su mujer en la marcha. “Me puede tocar la separación. He dejado a dos de mis hijos en mi casa para no sacarlos del colegio y, mire, ya estoy fuera dos meses. A veces no quiero ni llamar por teléfono, para no pelear”, confiesa.
El monte derrumbado
“Si nos preguntaran qué clase de carretera queremos, estaríamos de acuerdo con que se construya una carretera. Pero, ¿qué pasaría si se construye una carretera a través del corazón del TIPNIS? El TIPNIS tiene recursos maderables y con una carretera habría un saqueo de madera. Tampoco es una carretera que beneficie a los pueblos indígenas del parque, porque queda muy lejos de las comunidades y los colonos se irían asentando conforme se vaya derrumbando el monte. Los pueblos indígenas no somos comerciantes. Los que van a beneficiarse son los madereros, los ganaderos, los grandes empresarios, los cocaleros y nosotros nos vamos a quedar ahí con todo derrumbado. ¿Cómo no vamos a defender nuestro territorio si nos cuesta tantos años la consolidación. El TIPNIS se ha consolidado después de más de 20 años de lucha”, señala.
“Además es un área protegida, un parque. Hay una zona núcleo, en la que nadie ha tocado nada. Si hoy estoy acá es porque lo hago de corazón, de cariño, especialmente con los hermanos del TIPNIS”, agrega.
“Si conociera el Tipnis”
En la mañana del domingo, Bertha está a punto de asistir a una reunión de la dirigencia de la marcha. Su hermana Delia le recuerda que su niño tiene hambre y que debe alimentarlo antes de irse. Ella toma a José Carmelo en brazos y le da de mamar. Casi nunca está sola. Los pasantes se le acercan, le dan palabras de aliento; otros le entregan ropa para los marchistas. Una mujer mayor se aproxima y le regala 100 bolivianos. Un grupo de indígenas le informa que faltan víveres. Ella coordina la compra de alimentos y les da los 100 bolivianos que acaba de recibir, todo con el niño prendido a su pecho.
Más tarde, mientras concede la entrevista a Miradas, sus niños revolotean a su alrededor, se cuelgan de ella, juegan con su pelo. Con toda naturalidad, como si les sobrara lo que les falta, su hijo mayor trae un refresco en una botella de plástico partida por la mitad que sirve de vaso. “Es chivé -explica ella-, rallamos la yuca, se macera y se la tuesta”. Muchos paceños han llegado a la calle Ayacucho para jugar con los niños, mientras los indígenas tocan sus instrumentos de música.
“No sé por qué el Gobierno quiere destruir nuestra cultura, nuestras costumbres. Yo digo que la gente del TIPNIS es rica, vive sobre la ribera de los ríos. En ningún momento sufren por falta de carne porque, cuando quieren, lanzan su ‘chipa’ (red), como nosotros le decimos, y sacan millones de pescados. Ellos viven sobre el río. Si usted conociera el TIPNIS' es una hermosura, sus aguas no están contaminadas todavía. Cómo será cuando haya una carretera. Cómo van a quedar nuestros ríos, ese aire puro que los hermanos respiran, a pesar de vivir lejos. Ellos viven tranquilos, en armonía, practican su cultura. Ese bombo que usted escucha' así es todo el tiempo en las comunidades”, cuenta Bejarano.
Últimamente el Gobierno ha llevado telefonía celular al TIPNIS. ¿No hace falta desarrollo?, pregunta Miradas.
“Un teléfono celular no es desarrollo”, contesta la dirigente. “Y si usted no le pone diez bolivianos de crédito a su celular, no habla. Yo creo que nos deberían preguntar cómo queremos que sea nuestro desarrollo de acuerdo con nuestra cosmovisión, sin imponernos una cultura ajena. Todos somos diferentes y no nos pueden ensartar a todos en el mismo pacumutu”, dice.
“No estamos en contra del desarrollo. Si el Presidente dice que el desarrollo es llevar escuela, postas sanitarias, es obligación del Estado atender a las comunidades. Él no puede engañar a los hermanos, diciendo que ‘cuando tengan carretera, recién van a tener escuela’. ¡Es su obligación asistir con las necesidades básicas!”, exclama.
“Narcotraficante”
Como mujer que dirige no sólo a otras mujeres, sino también a hombres, Bertha Bejarano no siente ningún tipo de discriminación. “Realmente no pensé tener tanto respaldo de muchos hombres. La Cepembe aglutina a hombres y mujeres y yo he recibido todo el apoyo”, cuenta.
Sin embargo, hay alguien muy cercano a Bertha que no le ha brindado respaldo: su propio hermano Sixto, subgobernador de San Ignacio de Moxos. Integra el partido gobernante y está en contra de la marcha por el TIPNIS. Ambos empezaron la lucha juntos y hoy son oponentes. No se dirigen la palabra desde que el Gobierno “empezó a querer manipular”, como ella dice. Cuando surgió el problema por el parque, según cuenta Bertha, su hermano le aconsejó hacerse a un lado. “No puedes pelear contra el Gobierno. El Gobierno tiene plata, vos no tienes plata”, le dijo.
Ella se sintió dolida, decepcionada. “Hermano: a ti te patearon los ganaderos por querer consolidar el territorio. ¿No te dolían las patadas de los ‘terceros’ que nos querían quitar la tierra? Hoy yo no puedo aceptar esto. Tú te irás con ellos, yo me voy con mi pueblo. La política pasa, la dirigencia igual, pero el movimiento indígena no va a morir nunca”, le dijo Bertha a su hermano y se fue a la marcha.
Hoy, todo el aparato propagandístico gubernamental se ha volcado contra Bertha Bejarano. Su nombre es uno de los que más suena en los medios de comunicación a lo largo de las últimas semanas. Y su fotografía aparece en spots publicitarios durante los horarios de mayor rating en la televisión.
Además de indígena, líder, dirigente y madre, según el Gobierno, Bertha Bejarano es narcotraficante.
La principal razón para no aceptar un diálogo con la marcha es, según el Ejecutivo, su presencia. “Una persona de las características de Bertha Bejarano no puede hablar con el presidente Evo Morales”, sostuvo el ministro Romero en diferentes ocasiones. “De verdad, da miedo reunirse con algunos dirigentes”, afirmó hace poco el propio presidente Morales en una conferencia de prensa.
Lo cierto es que hace algunos años Bejarano fue detenida por narcotráfico en Brasil. Hace seis o siete años, Bejarano renunció a sus actividades orgánico-políticas y se fue al campo a trabajar la tierra. “Era tiempo de agua y se nos echó a perder nuestro sembradío, se llenó todo de agua y nos quedamos muy tristes”, recuerda.
¿No te animas a viajar?
“Vamos a ‘Trini’ a vender lo que nos queda de yuca”, propuso su marido y ella accedió sin entusiasmo. “Me dolía el alma llegar con cinco bolsas de yuca para vender. No alcanzaba para cubrir nuestra necesidad”, afirma. Esperaba vender las cinco bolsas de yuca, cuando alguien se le acercó, pero no precisamente para comprar lo que ella ofrecía.
“¿No te animas a viajar?”, le preguntó. “No vas a tardar más de cuatro o cinco días”, le prometió. Su problema se solucionaría y ya ni siquiera tendría que esperar una nueva siembra, una futura cosecha. Ella se dio al trabajo de convencer a su marido. “No fue fácil, recuerda. “Bertha, yo tengo miedo”, le dijo él. “No, no nos va a pasar nada. Mira todo lo que hemos sufrido. Vamos a volver”, lo tranquilizó.
Pero los detuvieron. Cinco días se convirtieron en cinco meses. “Nunca tuvimos sentencia, se investigó nuestra situación y nosotros dijimos la verdad. No teníamos nada que ocultar. A los cinco meses nos largaron, pero fue porque no mentimos, explicamos cuál era la necesidad que teníamos y yo creo que eso fue lo que entendió el país brasileño y nos soltó”, cuenta ella. Afirma que la liberaron por su estado de indigencia.
Hoy Bertha lamenta mucho haber aceptado ese “viaje”. “Como mujer, con esa experiencia tan mala que viví, no quisiera que a mis hermanas o hermanos les pase lo mismo, porque es tan triste estar lejos de la familia, sin saber cuándo vas a volver”. Actualmente Bertha se dedica exclusivamente a la agricultura: “no nos da mucha plata, pero sí podemos alimentar a nuestros hijos”, asegura. Está convencida de que si se construye la carretera el narcotráfico crecerá. “No queremos un narco-TIPNIS, sino un TIPNIS digno”, señala.
“No me bajonea, me enfurece”
“A mí me investigaron en dos días, porque ya no hallan cómo sacarme del medio. ¿Y el caso Sanabria y el de los camiones? ¿Y por qué no se aclara la paleadura de mis hermanos en Chaparina?; ése también es un delito grande. ¿Por qué no hay justicia para nosotros? Revuelven mi vida privada, que es algo muy diferente de la demanda que hoy traemos. No me bajonea esa situación, sino que a veces me enfurece”, dice con énfasis.
Cuando se dio a conocer el problema legal que Bertha tuvo en Brasil, ella les preguntó a sus compañeros qué hacer y ofreció dar un paso al costado; sin embargo, la marcha no se lo permitió y la respaldó como dirigente.
Lo más difícil
¿Cuáles fueron hasta ahora los momentos más difíciles de la marcha?, pregunta Miradas. Además de las vidas que se perdieron, para esta dirigente de la novena marcha lo más difícil fue arribar a La Paz y no ser recibidos por el Presidente.
“Caminar sesenta y tantos días, llegar hasta La Paz y que el Gobierno no nos abra las puertas. ¡No podemos caminar en vano para que el Presidente no nos mire! Sacar a mis hijos del colegio, como muchas madres lo han hecho, cargar a mis hijos en la espalda, en mi cuello, en medio de tanto frío, tantas lluvias”, dice.
Otro de los eventos duros pare ella fue que San Ignacio de Moxos no permitiera el paso de la marcha por el pueblo. “Lo más triste también fue que mi pueblo, San Ignacio, se cierre y no deje que la marcha pase. Se alambraron como vacas y nos han hecho pasar por otro lado. Pero a pesar de eso hemos tenido fuerza y hemos llegado hasta aquí”, afirma.
puede engañar a los hermanos, diciendo que ‘cuando tengan carretera, recién van a tener escuela’. ¡Es su obligación asistir con las necesidades básicas!”, exclama.
“Narcotraficante”
Como mujer que dirige no sólo a otras mujeres, sino también a hombres, Bertha Bejarano no siente ningún tipo de discriminación. “Realmente no pensé tener tanto respaldo de muchos hombres. La Cepembe aglutina a hombres y mujeres y yo he recibido todo el apoyo”, cuenta.
Sin embargo, hay alguien muy cercano a Bertha que no le ha brindado respaldo: su propio hermano Sixto, subgobernador de San Ignacio de Moxos. Integra el partido gobernante y está en contra de la marcha por el TIPNIS. Ambos empezaron la lucha juntos y hoy son oponentes. No se dirigen la palabra desde que el Gobierno “empezó a querer manipular”, como ella dice. Cuando surgió el problema por el parque, según cuenta Bertha, su hermano le aconsejó hacerse a un lado. “No puedes pelear contra el Gobierno. El Gobierno tiene plata, vos no tienes plata”, le dijo.
Ella se sintió dolida, decepcionada. “Hermano: a ti te patearon los ganaderos por querer consolidar el territorio. ¿No te dolían las patadas de los ‘terceros’ que nos querían quitar la tierra? Hoy yo no puedo aceptar esto. Tú te irás con ellos, yo me voy con mi pueblo. La política pasa, la dirigencia igual, pero el movimiento indígena no va a morir nunca”, le dijo Bertha a su hermano y se fue a la marcha.
Hoy, todo el aparato propagandístico gubernamental se ha volcado contra Bertha Bejarano. Su nombre es uno de los que más suena en los medios de comunicación a lo largo de las últimas semanas. Y su fotografía aparece en spots publicitarios durante los horarios de mayor rating en la televisión.
Además de indígena, líder, dirigente y madre, según el Gobierno, Bertha Bejarano es narcotraficante.
La principal razón para no aceptar un diálogo con la marcha es, según el Ejecutivo, su presencia. “Una persona de las características de Bertha Bejarano no puede hablar con el presidente Evo Morales”, sostuvo el ministro Romero en diferentes ocasiones. “De verdad, da miedo reunirse con algunos dirigentes”, afirmó hace poco el propio presidente Morales en una conferencia de prensa.
Lo cierto es que hace algunos años Bejarano fue detenida por narcotráfico en Brasil. Hace seis o siete años, Bejarano renunció a sus actividades orgánico-políticas y se fue al campo a trabajar la tierra. “Era tiempo de agua y se nos echó a perder nuestro sembradío, se llenó todo de agua y nos quedamos muy tristes”, recuerda.
¿No te animas a viajar?
“Vamos a ‘Trini’ a vender lo que nos queda de yuca”, propuso su marido y ella accedió sin entusiasmo. “Me dolía el alma llegar con cinco bolsas de yuca para vender. No alcanzaba para cubrir nuestra necesidad”, afirma. Esperaba vender las cinco bolsas de yuca, cuando alguien se le acercó, pero no precisamente para comprar lo que ella ofrecía.
“¿No te animas a viajar?”, le preguntó. “No vas a tardar más de cuatro o cinco días”, le prometió. Su problema se solucionaría y ya ni siquiera tendría que esperar una nueva siembra, una futura cosecha. Ella se dio al trabajo de convencer a su marido. “No fue fácil, recuerda. “Bertha, yo tengo miedo”, le dijo él. “No, no nos va a pasar nada. Mira todo lo que hemos sufrido. Vamos a volver”, lo tranquilizó.
Pero los detuvieron. Cinco días se convirtieron en cinco meses. “Nunca tuvimos sentencia, se investigó nuestra situación y nosotros dijimos la verdad. No teníamos nada que ocultar. A los cinco meses nos largaron, pero fue porque no mentimos, explicamos cuál era la necesidad que teníamos y yo creo que eso fue lo que entendió el país brasileño y nos soltó”, cuenta ella. Afirma que la liberaron por su estado de indigencia.
Hoy Bertha lamenta mucho haber aceptado ese “viaje”. “Como mujer, con esa experiencia tan mala que viví, no quisiera que a mis hermanas o hermanos les pase lo mismo, porque es tan triste estar lejos de la familia, sin saber cuándo vas a volver”. Actualmente Bertha se dedica exclusivamente a la agricultura: “no nos da mucha plata, pero sí podemos alimentar a nuestros hijos”, asegura. Está convencida de que si se construye la carretera el narcotráfico crecerá. “No queremos un narco-TIPNIS, sino un TIPNIS digno”, señala.
“No me bajonea,
me enfurece”
“A mí me investigaron en dos días, porque ya no hallan cómo sacarme del medio. ¿Y el caso Sanabria y el de los camiones? ¿Y por qué no se aclara la paleadura de mis hermanos en Chaparina?; ése también es un delito grande. ¿Por qué no hay justicia para nosotros? Revuelven mi vida privada, que es algo muy diferente de la demanda que hoy traemos. No me bajonea esa situación, sino que a veces me enfurece”, dice con énfasis.
Cuando se dio a conocer el problema legal que Bertha tuvo en Brasil, ella les preguntó a sus compañeros qué hacer y ofreció dar un paso al costado; sin embargo, la marcha no se lo permitió y la respaldó como dirigente.
Lo más difícil
¿Cuáles fueron hasta ahora los momentos más difíciles de la marcha?, pregunta Miradas. Además de las vidas que se perdieron, para esta dirigente de la novena marcha lo más difícil fue arribar a La Paz y no ser recibidos por el Presidente.
“Caminar sesenta y tantos días, llegar hasta La Paz y que el Gobierno no nos abra las puertas. ¡No podemos caminar en vano para que el Presidente no nos mire! Sacar a mis hijos del colegio, como muchas madres lo han hecho, cargar a mis hijos en la espalda, en mi cuello, en medio de tanto frío, tantas lluvias”, dice.
Otro de los eventos duros pare ella fue que San Ignacio de Moxos no permitiera el paso de la marcha por el pueblo. “Lo más triste también fue que mi pueblo, San Ignacio, se cierre y no deje que la marcha pase. Se alambraron como vacas y nos han hecho pasar por otro lado. Pero a pesar de eso hemos tenido fuerza y hemos llegado hasta aquí”, afirma.
Si usted conociera el TIPNIS' es una hermosura; sus aguas no están contaminadas todavía. Cómo será cuando haya una carretera. Cómo van a quedar nuestros ríos, ese aire puro que se respira.
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