Buscador

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Los alucinógenos en el mundo indígena

Una de las divinidades más importantes de la época prehispánica era Illapa, relacionada con el rayo, el trueno y el relámpago. La adoración a esta divinidad se la hacía mediante ritos y ceremonias en las cuales se ingería un cactus alucinógeno con alto contenido de mescalina llamado achuma, el cual tenía la facultad de producir alucinaciones.

Según los investigadores Tristan Platt, Thérese Bouysse–Cassagne y Olivia Harris, el rito en el cual se ingería la achuma era similar a la confesión cristiana, pues se buscaba la purificación de los participantes. Estas ceremonias eran conducidas por maestros de culto llamados camascas, quienes habían adquirido facultades curativas y de adivinación tras ser alcanzados por un rayo. Las artes adquiridas podían consistir en “curar con yerbas” o simplemente en “dar respuestas a las cosas que se les preguntaba”.

Después de varias décadas de la presencia española en los Andes, el rito con achuma se seguía celebrando, pero había experimentado la incorporación de nuevos elementos provenientes de la religión católica. Esto es lo que se aprecia en un documento de principios del siglo XVII recopilado por Platt y otros investigadores, publicado en el libro Qaraqara – Charka. Mallku, Inka y Rey en la provincia de Charcas (Siglos XV – XVII) (2006).

Según el documento, el año 1602 en la población de Tacobamba del actual departamento de Potosí, un indígena mestizo llamado Juanillo había matado a puñaladas al indígena Miguel Acarapi.

Como se afirma en el texto, en celebraciones similares a la eucaristía cristiana, Acarapi no sólo adoptaba el papel de “confesor” sino también manifestaba ser Jesucristo, pues incluso tenía un grupo de seguidores considerados “como discípulos”.

En las celebraciones, Acarapi acostumbraba decir que el jugo de la achuma era la sangre de Cristo. Tras escuchar aquello, Juanillo tomó un “cuchillo carnicero” con el cual apuñaló a Acarapi provocándole una muerte sangrienta. Tras el deceso, los “discípulos” tomaron el cuerpo de su “confesor” para sepultarlo “en una capilla donde antes que le mataran ['] hacía ceremonias”.

Una secta indígena

El año 1639, el padre Pedro Ramírez del Águila corroboró el hecho, pues en sus Noticias Políticas de Indias afirmó que en el pueblo de Tacobamba se había formado una secta liderada por un indígena que decía ser Cristo y tenía 12 apóstoles.

El asesinato de Acarapi provocó que las autoridades de la Iglesia ordenaran una investigación que cayó en manos del padre Fernando Martín de Mesa, a quien se instruyó averiguar no sólo la forma en que se celebraban las ceremonias, sino también los lugares donde se llevaban a cabo, así como las personas involucradas, además de si tales ritos tenían un carácter secreto o público.

La violenta muerte de Acarapi puso en evidencia no sólo que el culto al rayo continuaba celebrándose, sino que el rito había sufrido modificaciones provocadas por la incorporación de determinados elementos de la religión católica.

Para Platt y otros investigadores, la celebración de Tacobamba en la cual murió Acarapi era un culto al rayo. Para afirmar esto, dichos estudiosos se basan en archivos pertenecientes a la orden de los jesuitas en Roma, en los que existen documentos relacionados con la utilización de la achuma.

El culto a Santiago

Según los registros de Roma, entre los años 1635 y 1636, en la región central del Perú, se dieron ritos en los cuales no sólo se adoraba a Illapa, divinidad del rayo, sino también a Santiago. Estas ceremonias se caracterizaban por el consumo de la achuma.

En los archivos romanos no sólo se encontrarían referencias sobre el uso cristianizado de la achuma, sino también detalles relacionados con las fases de las celebraciones.

Por ejemplo, se señala que en éstas el jugo de la achuma reemplazaba al vino y que las rodajas del cactus se utilizaban como si fueran hostias. Los participantes en estas celebraciones invocaban a Santiago, pero en realidad, según Platt y otros investigadores, invocaban “a la entidad prehispánica del Rayo, Trueno y Relámpago”, conocida como Illapa.

Los participantes en las ceremonias creían que Santiago estaba dentro de la achuma, por lo cual extraían el corazón del cactus y lo colocaban en un lugar adornado con flores y yerbas aromáticas; posteriormente, no sólo bailaban delante de ese corazón vegetal, sino que también ofrendaban plata y otros dones. Más adelante, los asistentes “comulgaban” con las rodajas psicotrópicas tras lo cual entraban en éxtasis, estado en el cual sufrían alucinaciones, en medio de las cuales aparecía ante ellos, según el documento jesuita, “el Demonio en forma de Rayo”.

Para los españoles, quienes venían de una sociedad europea medieval, caracterizada por el miedo al demonio y a todo lo desconocido, las alucinaciones que provocaba la ingestión de la achuma no eran otra cosa que la prueba de la presencia del diablo, por lo cual se consideraba que ésta y otras prácticas religiosas andinas debían ser extirpadas.

Si bien actualmente no se escucha mucho sobre celebraciones religiosas en las que se ingiera achuma, hay grupos nacionales y extranjeros que buscan experimentar nuevas sensaciones y la ingieren, prueba de ello es que el cactus de San Pedro se puede adquirir en lugares céntricos paceños, como las calles Sagárnaga y Santa Cruz.

La achuma o San Pedro

Como afirman Tristan Platt y otros investigadores, la achuma es el nombre en aymara de un cactus psicotrópico que en quechua se conoce como sitikera, que también es conocido en español como San Pedro.

El nombre de San Pedro tiene su origen en las primeras experiencias psicotrópicas de los españoles, quienes al oír que mediante el cactus no sólo podían experimentar sino también ver a las divinidades ligaron a esta planta con San Pedro, quien según el santoral católico vigila las puertas del Cielo.

El cactus pertenece a la especie del Tricocerus pachanoi y se lo puede encontrar en casi todos los lugares secos y cálidos de los Andes.

Según varias fuentes del siglo XVI, en la época prehispánica la achuma podía utilizarse con fines medicinales y religiosos. En el primer caso se la cortaba en rebanadas, las cuales tenían efectos analgésicos, pues su jugo podía aliviar el dolor de las heridas abiertas. En cuanto al uso religioso, se aprovechaban las propiedades psicotrópicas de la achuma, las cuales podían producir visiones y alucinaciones.

Según el padre Ludovico Bertonio, la achuma era utilizada como una bebida que hacía “perder el juicio por un rato”.

Asimismo, los indígenas utilizaban el San Pedro para pronosticar deseos y adivinar el futuro, lo cual pasaba en grandes ceremonias, en las cuales además se procedía a adivinar en las entrañas de determinados animales como lechuzas, búhos, cuyes, sapos y culebras.

En La Paz, una de las zonas residenciales de la zona Sur se llama Achumani porque presumiblemente, antes de la galopante urbanización que experimentó el sector, en esos terrenos crecía libremente la achuma.

Las plantas sagradas
El consumo ceremonial de las denominadas plantas sagradas está vinculado a la arraigada creencia, en el mundo indígena precolonial, aunque también en los siglos posteriores, cuando se da un sincretismo con la religión católica, de que ellas hacen posible el contacto con los dioses rectores de la vida de los seres humanos.

Pero como señalara Carlos Castaneda en Las enseñanzas de don Juan, esa comunicación consiste también en un aprendizaje gradual, en el que la figura del maestro, chamán o brujo es fundamental; el guía de Castaneda es don Juan, un indio yaqui que introduce al estudiante de antropología –el mismo Castaneda-, a quien toma como aprendiz, en los ritos del consumo del peyote, la datura y el humito (el hongo psilocybe mexicano) para transformarlo en un “guerrero” u “hombre de conocimiento”.

Es larga la tradición del uso de las plantas sagradas en las culturas americanas. A continuación se enumeran algunas de ellas.



Peyote

La Lophophora williamsii, comúnmente llamada peyote, es una especie de la familia Cactaceae. Es endémica de México y la parte sudoccidental de Texas. Muy conocida por sus alcaloides psicoactivos, entre ellos la mescalina, principal sustancia responsable de sus efectos psicodélicos. Posee una larga tradición de uso tanto medicinal como ritual entre los indígenas americanos.



Datura

Es una de las plantas más potentes y peligrosas, también conocida como floripondio; su nombre científico es brugmansia; ha sido históricamente usada en América y todavía es ingerida como suplemento a la achuma o San Pedro, cuando los chamanes confrontan casos complicados. Sin embargo, la brugmansia tiende a ser usada en secreto, ya que está asociada a la magia negra, a la muerte y al embrujamiento de los enemigos.

Psylocibe (humito)

En Las enseñanzas de don Juan, el brujo yaqui dice que tiene como aliado al humito. Se trata de una preparación de hongos psilocibos que están ligados, en América, a lo que se considera el origen de la humanidad y el desarrollo de la cultura. Según los científicos, tiene una estructura molecular casi idéntica al neurotransmisor serotonina; los neurotransmisores son los encargados de llevar la información de una neurona a otra.

La serotonina es la responsable de la percepción sensorial, la regulación de la temperatura y el principio del reposo nocturno. A. Hofmann, el científico que descubrió el LSD o ácido lisérgico, logró sintetizar la psilocibina, que es la sustancia activa de estos hongos.



Ayahuasca

Es el nombre genérico de bebidas alucinógenas resultantes de las cocciones de la planta conocida como liana Banisteriopsis caapi. Ayahuasca es una palabra quechua que significa “soga de muerto”: aya quiere decir “muerto, difunto, espíritu” y waska, “soga, cuerda”, ya que en la cosmovisión de los pueblos nativos la ayahuasca es la soga que permite que el espíritu salga del cuerpo sin que éste muera. Es usado para rituales médicos y/o religiosos y en la medicina tradicional de los pueblos amazónicos.



Amanita muscaria

Según los mitos griegos, del escritor inglés Robert Graves, el icor, la sangre o el alimento que hacía inmortales a los dioses no era otra cosa que un preparado del hongo amanita muscaria, que también conocían las civilizaciones americanas. Por eso es sugerente que la mitología planteara que el icor era venenoso para los mortales, que caían muertos ni bien entraban en contacto con la sangre de un dios inmortal (MZ).

No hay comentarios:

Publicar un comentario