Desde las pictografías del arte rupestre hasta los más sofisticados afiches del diseño contemporáneo han pasado miles de años. Pero la función de esos recursos gráficos, desde la prehistoria hasta la modernidad, no ha cambiado: comunicar o, más específicamente, comunicar de manera visual.
En Bolivia la historia de la comunicación visual, de las diversas herramientas y técnicas que ha utilizado y de los también diversos usos que ha tenido en la vida social —los dibujos de las cavernas lo mismo que los grafitis de las ciudades no sólo transmiten mensajes sino también producen símbolos e incluso construyen identidades— sólo ha sido abordada de manera parcial y esporádica.
Este vasto territorio de exploración —que en una perspectiva multidisciplinaria abarca desde el desarrollo material de las tecnologías de reproducción e impresión hasta los cambios en los conceptos del arte— es actualmente objeto de una investigación guiada bajo el concepto general del desarrollo de la gráfica en Bolivia.
La investigación, propiciada por la Fundación Simón I. Patiño, está a cargo de un equipo dirigido por Michaela Pentimalli e integrado por María Isabel Álvarez Plata, Jacqueline Calatayud y Rodny Montoya y cuenta con la colaboración de un significativo número de especialistas. El resultado previsto es un libro de gran formato y profusamente ilustrado. En 2009, este mismo equipo elaboró el libro Bolivia, los caminos de la escultura que abarca la historia de esta disciplina desde sus orígenes prehispánicos hasta el arte contemporáneo.
“La gráfica es un territorio al que nadie ha entrado a fondo y de manera sistemática —dice a propósito Pentimalli—. Incluso lo que se enseña en las carreras profesionales de diseño gráfico se basa casi exclusivamente en lo que ha pasado en el mundo occidental, en Europa y en Estados Unidos”. Para estos investigadores, entonces, ha llegado la hora de estudiar y documentar sistemáticamente los diversos campos implicados en el de-sarrollo de la gráfica en Bolivia.
El seguimiento esquemático de una línea a lo largo del tiempo permite comprender las dimensiones de esta investigación y las múltiples “entradas” que supone una perspectiva multidisciplinaria.
Desde este punto de vista, María Isabel Álvarez Plata explica que en la etapa prehispánica se han considerado tres importantes manifestaciones de la gráfica.
En primer lugar, las manifestaciones más antiguas: el arte rupestre. Este trabajo ha sido encargado a los especialistas Mathias Streker y Freddy Taboada.
En segundo lugar, los quipus andinos como sistemas de comunicación y documentación tridimensionales. Carmen Beatriz Loza, la especialista en el tema, sostiene que los quipus en determinado momento se articularon con la escritura. En la época colonial eran “traducidos” para ser usados, por ejemplo, como pruebas en los juicios sobre tierras. El tercer elemento gráfico de la época prehispánica son los textiles. Esta milenaria práctica andina ha sido ampliamente estudiada en las últimas décadas bajo el concepto de que constituyen un complejo lenguaje cuya vigencia y uso llegan hasta el presente.
En esa línea cronológica propuesta por las investigadoras, el siguiente punto es el desarrollo de la gráfica en la época colonial. En este caso —explican— se consideran dos elementos cuya introducción cambió los parámetros de la comunicación: la escritura y una nueva tecnología: la imprenta. De inicio, el uso de estas herramientas tenía una función precisa: la evangelización. En esta perspectiva, con la conquista, junto al libro ingresó un elemento de gran significación para la historia de la gráfica en estas tierras: el grabado. Los productos de esta técnica, a diferencia de la pintura por ejemplo, podían ser reproducidos mecánicamente, lo que permitía otros tipos de uso y difusión. La arquitecta e historiadora Teresa Gisbert es la encargada de estudiar el grabado en la Colonia.
Entre la época prehispánica y la colonial hay una suerte de bisagra desde el punto de vista de los lenguajes gráficos. Es la llamada “escritura andina” estudiada, entre otros por Dick Ibarra Grasso. Álvarez Plata explica que aunque sus orígenes todavía no han sido esclarecidos suficientemente, su uso ya está registrado en la Colonia, para fines de evangelización, y ha sobrevivido hasta el presente en algunas regiones de Bolivia.
Se trata de dibujos pictográficos sobre superficies de cuero o en tabletas de cerámica que en algunos casos tiene forma tridimensional, es decir, que en lugar de trazos existen figuras, como las que se muestran en la ilustración de esta página. En estas tabletas en la Colonia se escribían y leían rezos, pero también se han encontrado piezas en las que se lee el Himno Nacional. En la población de San Lucas, departamento de Potosí, por ejemplo, en la Semana Santa se siguen usando para leer las oraciones religiosas.
IMPRENTA. La llegada de la imprenta al actual territorio boliviano en la época colonial es un tema que todavía no ha sido esclarecido por la historia. Un dato relevante al respecto es el pie de imprenta de los libros del religioso Ludovico Bertonio sobre la lengua aymara. Estos datos consignan a Juli como el lugar de edición y el año 1612 como fecha. Juli, actualmente en el sur del Perú, era entonces parte de la Audiencia de Charcas. Sin embargo, hasta ahora no se han encontrado evidencia material de que en esos años haya existido una imprenta en esa localidad. En general, los libros que se editaban en la Colonia estaban impresos en Lima o directamente en España, como es el caso de muchas de las crónicas.
En lo que sí coincide la mayoría de los autores que se han ocupado del asunto —dice Jaqueline Calatayud quien junto a Rodny Montoya está encargada de este capítulo de la investigación— es en que la imprenta llegó a territorio boliviano durante la guerra de la Independencia. Se trata de las llamadas imprentas volantes que viajaban junto a los ejércitos libertadores. Los periódicos, por su parte, datan de los primeros años de la República, como El Cóndor de Bolivia cuyos editoriales los redactaba el Mariscal Sucre.
En este recorrido por la gráfica en Bolivia, la historia del libro es un capítulo central. José Roberto Arze, quien a lo largo de su notable carrera como bibliófilo y documentalista ya ha investigado y escrito al respecto tiene bajo su responsabilidad este apartado.
El cartel como medio de información es otra entrada importante del desarrollo de la gráfica en la perspectiva de esta investigación. Comienza en el siglo XIX sin más elementos visuales que los que brinda la tipografía y con el curso del tiempo se va enriqueciendo y complejizando tanto en sus componentes como en sus usos. Éstos son diversos, desde el anuncio de productos comerciales o espectáculos hasta la propaganda política. Con relación a éste último, el cartel se relaciona con el pasquín, otra producto gráfico que ya era usado políticamente por los independentistas en los últimos días coloniales.
Desde las primeras décadas del siglo XX, el diseño de las cubiertas de los libros tiene un desarrollo gráfico propio, en el que incursionan muchos artistas plásticos, hasta el punto de convertirse con el tiempo en una apreciada especialidad. La evolución del cartel a lo largo del siglo XX es también notable y pasa por diversos momentos hasta llegar al uso amplio y cada vez más sofisticado tanto desde el punto de vista técnico como del diseño. Y también aparecen otras formas de comunicación visual, como la señalética, que tiene su propio desarrollo. Éstas son algunas facetas de la gráfica, cuyo estudio revelará su evolución a través del tiempo y las implicaciones sociales de sus usos.
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