Enclavado en plena llanura, con un monte y unas formas de vivir y sentir propias, cualquiera diría incomparables, Macharetí, en la provincia Luis Calvo, es un pequeño paraíso olvidado en la tierra. Dicen los suyos: el “genuino”, la “esencia” del Chaco chuquisaqueño.
En el Chaco, los nacidos en Macharetí se distinguen de los sauceños desde la manera de hablar: mientras sus cadencias no encuentran parangón y, si acaso uno se obstinara en hallarlas probablemente tendría que inclinarse por los modos de Tarija o Santa Cruz, en Monteagudo y Muyupampa tienen una tonada similar a la de los occidentales.
Es como si los de la llanura (Boyuibe, Macharetí y Villa Montes) fuesen de una especie aparte. No solo porque sus habitantes comparten características comunes, también por su vergonzoso grado de desatención.
En el factor desarrollo, pareciera que la equidistancia con relación a la capital del departamento fuera determinante: Monteagudo, Muyupampa y Huacareta, los más cercanos a Sucre, se ubican un peldaño más arriba que Huacaya y Macharetí, los más alejados, los más relegados.
En este punto, vale la comparación —odiosa como todas pero cierta— con el reciente conflicto suscitado por el pavimentado de la avenida René Barrientos, entre Monteagudo y Candúa, a un costo de Bs 7 millones mientras que en Huacaya y Macharetí no hay un solo metro cuadrado de pavimento.
Si a esto se añade el hecho de que Macharetí es uno de los primeros productores de hidrocarburos en Chuquisaca (Vuelta Grande, pozo en actividad, se encuentra en su territorio), el oprobio es aún mayor. En la capital del país, una garrafa de gas cuesta 21 bolivianos; allá, 35. “Somos productores hidrocarburíferos de nombre nomás”, sentencia, con toda razón, Eduviges Chambaye, representante del pueblo guaraní en la Asamblea Departamental de Chuquisaca.
Partiendo desde Sucre, Macharetí se encuentra a 15 horas de distancia. En bus, a 18, incluso 20 horas. Tal es la molestia de ese tedioso viaje que las autoridades prefieren ir primero en avión a Santa Cruz y, de allí, tomar el camino carretero y arribar a su destino final en cinco o seis horas.
Dentro de las carencias propias del Chaco y del departamento en general, la pobreza se hace carne en aquel alejado municipio, compartiendo tan penosa condición con Huacaya. A simple vista, cualquiera nota la necesidad apremiante de una vía caminera —al menos— aceptable. También de servicios básicos, principalmente de agua, cuya escasez se torna por momentos desesperante.
Las prolongadas sequías llevan a situaciones de extrema gravedad. Siendo la ganadería la actividad principal en Macharetí (con aproximadamente 60.000 cabezas, es el mayor productor en Chuquisaca), se las arreglan con reservorios de agua en atajados que resultan insuficientes. En verano, aquí padecen temperaturas de hasta 45 grados centígrados, y las lluvias son siempre escasas.
El Centro de Ganado Criollo, dependiente de la Gobernación, data de unos 40 años, según recuerdan los lugareños. En algún tiempo anduvo bien, pero ahora está de capa caída. Y el queso, y el ‘quesillo estirao’, tan apreciado en Tarija y Santa Cruz, todavía espera por el reconocimiento de los propios chuquisaqueños.
La agricultura no ayuda demasiado. El manto arable en este municipio es muy superficial y, sin un tratamiento agrícola especial, se degrada en uno o dos años. “Nosotros no estamos tan preocupados por asfaltar o enlosetar nuestras calles, estamos más preocupados en apuntar al tema de desarrollo productivo”, apunta el asambleísta Chambaye, mientras la cultura guaraní despliega su música y su danza en pleno carnaval.
Aquí, hombres, mujeres y niños sacan adelante como pueden sus costumbres ancestrales; así las mantienen vivas.
Los guaraníes (60% del total de la población) se visten como lo han hecho siempre, con su atavío típico. La mujer lleva la flor sobre la frente y los colores centelleantes en el vestido; también la mirada perdida. El hombre se comporta de manera rústica, sabiendo que en estas tierras todavía manda él.
Una niña ordeña la vaca para que la madre luego inicie el procedimiento de la leche rumbo al queso. Todo natural, sin químicos. Y, entretanto, nosotros, los propios y los extraños, nos entregamos a la conversación como solo lo hacen los chaqueños, sin guardarse nada, con la tutuma en la mano para saborear el mate cebado.
Más tarde, todos volveremos a ser uno en la efervescente fiesta del palo ensebado, la doma de potros y la carrera de caballos, antes de amalgamarnos en torno a la mesa del churrasco, el asado de chivo y el lechón a la cruz. Al día siguiente, cual rezagado bajativo, una probadita de la típica ambrosía: leche caliente al pie de la vaca. Leche más alcohol, azúcar y… ¡adentro!
“El queso y la carne chaqueña son lo más ecológico que hay”, suelta un hombre mayor, en tanto explica que en la zona solo se encuentra “forraje o monte nativo, sin pasturas”, salvo un poco que se guarda para las épocas de sequía extrema.
Lo cierto es que, si no fuera por la gestión de la Capitanía de Macharetí, que hace seis años logró un acercamiento con la embajada de Dinamarca y, así, la ejecución del proyecto ganadero Yembiguasi (Espacio grande), los guaraníes de esta porción del Chaco estarían peor.
Actualmente el proyecto, que se desarrolla en la frontera con Paraguay y es considerado modelo, se encuentra en su tercera fase.
“Hemos empezado con 100 vientres y cinco reproductores criollos; ahorita estamos superando las 500 cabezas”, comenta Chambaye, zootecnista de profesión y uno de los iniciadores de Yembiguasi.
El Carnaval les ha dado tregua a estos laboriosos guaraníes, que deben lidiar con la influencia de la carretera internacional para que su cultura siga viva. La modernidad, de todos modos, impuso su presencia en detrimento de lo autóctono: hoy, por ejemplo, los jóvenes salen en comparsas al estilo camba; esto nada tiene que ver con las costumbres de antaño. Y sin embargo, la esencia —la música, la vestimenta, la artesanía, la rueda, la marcada— sigue siendo la misma de siempre.
Con semejante riqueza cultural y atractivo criollo, cuesta entender que las autoridades nunca se hayan tomado en serio las políticas en materia de turismo.
El lugareño suple esa inexplicable carencia con su hospitalidad. De entrada, estira la mano para convidar el obligatorio mate. “El mate regula la temperatura”, enseña una mujer con la sonrisa permanente; así explica la costumbre del poro, sin distinción de invierno y verano. A no descuidarse con el denominado ‘mate macho’, es decir, la misma yerba pero con un chorrito de alcohol.
Tampoco vale dormirse porque el ‘tatu bolita’ (quirquincho) a uno lo embiste. La chicha tradicional, que pervive en los carnavales o en la fiesta de la patrona: la Virgen del Carmen, ha sido desplazada por la cerveza. Incluso el vino ha quedado relegado frente a la cerveza.
Un pueblo chaqueño
- Macharetí se encuentra ubicado al sur de Bolivia en el departamento de Chuquisaca, segunda y tercera sección de la provincia Luis Calvo. Administrativamente corresponde al municipio de Macharetí. En la actualidad la capitanía de Macharetí cuenta con un total de 117.783,0463 hectáreas
- Con la idea de fortalecer la cultura del pueblo guaraní, en Macharetí se hacen esfuerzos por revalorizar el idioma a través de la enseñanza que reciben en las unidades educativas.
- En cuanto al sistema de salud, si bien se cuenta con postas y servicio de salud convencional, en muchas de las comunidades se prefiere la utilización de remedios naturales.
- La familia guaraní fue siempre numerosa. “Un mínimo de 10 hijos tenían siempre las mujeres”, afirma Reina, una guaraní que pertenece a una generación distinta, con una familia de seis hijos. Ahora, ella cree que con tres basta, porque el costo de vida no permite tener grandes familias.
- En comunidades vecinas donde hubo muchas denuncias de explotación laboral y de esclavitud, hoy se trata de superarlas con proyectos de manejo de pasturas nativas.
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