Las tres están instaladas en puestos de venta callejeros ubicados frente a la Subalcaldía del Macrodistrito Max Paredes y los vecinos están acostumbrados a que cada agosto —cuando la Madre Tierra “abre la boca” para recibir las ofrendas— miles de personas se den cita en el lugar para comprar las wajtas (ofrendas)
La Razón visitó ayer el sector y evidenció que por cada una de las tres vendedoras se forman filas de cerca de 50 personas, que parecen nunca acabar, pues por cada una que se va, llega otra. Para ordenar a los clientes, las Sáenz —como algunos las llaman— distribuyen fichas de colores.
Las verdes son para quienes esperan ser atendidos por doña Asunta, la más antigua y cotizada por su sabiduría en el tema. Las amarillas son para los caseros de doña Irene y las rosadas para quienes prefieren a María. La aglomeración es tal que para no obstaculizar el tráfico vehicular, los creyentes hacen fila en la acera del frente y pasan de una vereda a la otra en bloque.
Concurrencia. Los primeros de la fila cuentan que pasaron la noche en el lugar para ser atendidos, pues ya conocen la larga espera. Elena Mendoza es una de ellas, llegó a las 03.00 y tenía la ficha número 11, pero en su criterio el sacrificio vale la pena pues “se trata de dar una mesa completa a la Pachamama y eso sólo estas mujeres pueden hacerlo”.
La “buena mano” de las Sáenz para preparar las mesas y la efectividad que les atribuyen los clientes, genera la venta de entre 700 a 750 wajtas cada día durante todo agosto, o sea al menos 21 mil ofrendas, cuyos precios van desde los 20 bolivianos la más sencilla. Como Elena Mendoza, el resto de los consultados coincidió en que ellas hacen posible que se cumpla el anhelo.
Cuando las Sáenz empiezan a preparar las mesas para el ritual andino, nadie puede interrumpirlas porque acostumbran a orar a Dios y pedir a la Pachamama que cumplan los deseos de sus clientes. Esta característica propia de ellas, y que no practican otras chifleras (comerciantes de estos productos), las hizo famosas.
Ellas aseguran que su habilidad proviene de sus antepasados. Fue, precisamente, la madre de doña Asunta e Irene quien les enseñó a preparar mesas y éstas pasaron “el don” a María, la hija.
“Estoy desde niña en ésto, ya tengo 70 años y continuo. La mayoría de mis caseros pide para la salud, la casa, el negocio, el dinero y para el estudio. Viene mucha gente porque me dicen que tengo buena mano, pero no sabría explicarlo, sólo Dios sabe la razón”, expresa Asunta Sáenz.
El ajetreo para ellas durará todo el mes, como ocurre cada año. La atención empieza a las 09.00 y durante estos días concluye habitualmente a las 04.00 o 05.00 del día siguiente. Cada una atiende entre 200 a 300 personas por día.
El ritual andino
Ofrenda
La mesa es la ofrenda que los devotos le dan a la Pachamama en este mes para saciar el hambre que tiene, según la creencia andina. En el campo, el objetivo es agradecerle por la producción de los alimentos.
‘No importa el precio, sí la fe de la persona’
Las Sáenz, consideradas las chifleras más cotizadas de La Paz en esta época, recomiendan a los creyentes comprar y quemar las mesas con mucha fe en la Madre Tierra, pues de lo contrario consideran poco probable que se cumplan los deseos pedidos. El consejo que las hermanas Sáenz, Asunta e Irma, y María Llanos Sáenz (hija de la primera), dan a sus caseros es que expresen su convicción y certidumbre del poder que tiene la Pachamama para hacer realidad sus anhelos.
“La fe hace mucho y es lo único que necesita la persona para que se le cumpla todo lo que pide. Si alguien lleva una mesa de 100 bolivianos, pero se dice a sí mismo ‘a ver si me va bien’, le irá mejor al que lleva una mesa pequeña de 20 bolivianos, pero con mucha fe”, dice María.
Deseos. La mayoría de las personas que visitan a estas chifleras pide primordialmente salud, fortuna, trabajo y bienes materiales. Por esta razón, la mesa debe ser armada con base en los deseos individuales de los caseros.
Los precios de las ofrendas vendidas en la avenida Max Paredes son variables, la mayoría oscila entre los 20, 30 y 50 bolivianos, en función de los elementos que se incorporen. Algunos prefieren agregar el sullu, que es el feto de la llama (a veces se usa oveja o chancho), lo que eleva el costo. De acuerdo con la creencia andina, la sangre de estos animales sacia la sed de la Pachamama.
Opiniones de los devotos en la fila
Max Uzeda: Trabajador independiente
Estoy desde las 06.00 haciendo fila, pero vale la pena porque estas señoras aciertan, tienen buena mano y hacen que la Pachamama nos cumpla lo que le pedimos.
Donata Oquendo: Comerciante
Es la primera vez que vengo, soy de los Yungas y escuché que ellas son muy buenas, y arman mesas muy completas. Me encontré con largas filas, no queda más que esperar. Cecilia Viana: Trabajadora independiente
Es tradición de algunas familias como la mía visitar en agosto a las Sáenz, las dos hermanas y la hija tienen buena mano y hasta ahora nos va bien con ellas, por eso volvemos.
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