sábado, 17 de marzo de 2012

En busca del Tacana perdido

Intensa lluvia y ya llevamos una hora de retraso. Cinco de la tarde en espera de llegar, no son las mismas cinco de tarde que cualquier día. Poco después, el calor comienza a asfixiar el cuerpo y el intenso color de la naturaleza enceguece la mirada por primera vez.

De gente amable, calles anchas por donde casi ningún vehículo las transita, excepto motocicletas; rodeada de inmensas montañas verdes y un imponente río, así es Riberalta, el paraíso amazónico del Beni.

Explorando por otros lugares, reservando para después el ingreso al Parque Madidi, pasamos el límite del Beni y en cuestión de minutos estábamos en el norte de la Paz, en San Buenaventura.

Entre Beni y La Paz, casi todos sus habitantes son comerciantes y guías turísticos. El comercio se reparte entre hoteles, agencias de turismo y restaurantes. Los servicios y menús, la mayoría, están escritos en inglés por la gran cantidad de visitantes.

Rumbo a Ixiamas, por una calle empedrada que parece esconderse entre la maleza y los árboles, a cargo de la Cooperación Internacional del Japón (Jica), desviamos a la población de Buena Altura.

La mayoría de sus habitantes son agricultores, pertenecientes a la comunidad indígena Tacana. Trabajan sin mayor ambición que lo necesario para vivir.

La naturaleza les da arroz, yuca, carne, frutas, verduras, y para otros gastos utilizan la corteza de los árboles para hacer artesanía y ofrecerles a los turístas.

UNA HISTORIA. Al borde de un estrecho camino se divisa unas dos chozas. En lo que parece el patio, está sentando sobre un tronco de madera Enrique Laura, un hombre de 65 años que no tuvo oportunidad de formar su propia familia.

“Este es mi hogar, con mis gallinas y mi herramienta de trabajo. Siempre visito a mi hermana, mi hermano y comparto con mis sobrinos”, comenta.

Don Enrique dice ser feliz, que no le falta nada, aunque preferiría que las autoridades se preocupen por mejorar la salud y educación. Sobre todo, que conserven su hogar: la naturaleza.

El indígena (aunque influenciado por la urbanización y la actividad económica de la zona) es uno de los pocos que habla la lengua Tacana, la misma que está por desaparecer.

“La comunidad cambió mucho de lo que era antes, cuando vivíamos dispersos, una casa aquí, otra más allá, éramos más de 78 familias, pero se dio una contradicción y aparecieron los evangelistas, eso dividió a la comunidad”, cuenta.

10 familias conservan sus costumbres

En San Buenavista, la comunidad Tacana está reducida, sólo los ancianos y algúna otra persona conoce el idioma. A pesar que existen intentos por recuperar las costumbres, sólo alrededor de diez familias las conservan. Se está perdiendo la esencia de ser, porque muchos jóvenes sienten vergüenza.
En busca de otras oportunidades

En las comunidades, la mayoría son adultos y algunos niños, los jóvenes migran al Beni y, con preferencia, a La Paz.

Según los comunarios, la educación sólo es primaria. No existen institutos, menos universidades para profesionalizar a los jóvenes de la región.

Comunarios artesanos

Una forma de vida de los Tacana es la artesanía en madera. Fabrican pequeños artículos de mesa, adornos, herramientas de casa, collares, abanicos, brazaletes y artes.

Esta artesanía la venden a los turistas en tiendas ubicadas en la zona urbana del lugar.

Medios de transporte

Riberalta y San Buenventura se caracterizan por la escasez de transporte masivo. La mayoría utiliza motocicletas para transportarse en la ciudad. Algunos taxis rodean para entrar a las comunidades, a veces el bus de la línea aérea sirve de transporte público y los buses y taxis de larga distancia.

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