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martes, 21 de junio de 2011

La wiphala de Paria acompaña las celebraciones

La wiphala, considerada como un símbolo festivo y ritual de las comunidades andinas, es uno de los elementos que acompañan la celebración ritual del Inti Raymi (fiesta del sol). El investigador Hugo Cordero resalta las connotaciones de este símbolo milenario de la cosmovisión andina.

“La wiphala es un símbolo festivo, no de guerra, ni cívico. Su importancia está expresada en la armonía de sus 23 colores, coincidentes con el cruce de dos curmis (combinación de colores de dos arco iris), uno abajo y el otro arriba”, explica Cordero.

Dice también que la armonía de sus colores también coincide con la descomposición de la luz, siete colores que se proyectan en 23 mosaicos de la wiphala.

“La armonía, se trata además de la descomposición de una unidad (la wiphala) en una diversidad (siete colores). En un solo símbolo se integra a todo el sentimiento del Cosmos”, agrega.

Para el investigador, la wiphala es un símbolo representativo del altiplano, ya que en los primeros rayos del sol, en el cielo, se proyecta una coloración que “parte del cosmos y se integra al sentimiento de las personas”. Desde el 17 de junio de 1991 una wiphala hallada en la localidad de Paria, Oruro, acompaña los preparativos del Inti Raymi. Investigadores y ritualistas del Centro de Culturas Andinas Inti Watana Ayllu promueven esta práctica.

Reconocen por ley ritual en Inkallajta



El ritual del solsticio de invierno que se realiza en el centro ceremonial de Inkallajta, en el municipio de Pocona (Carrasco) será reconocido hoy por la Gobernación como parte del año nuevo andino amazónico. Una Ley sancionada por la Asamblea Legislativa Departamental establece el reconocimiento.

Con esto, la municipalidad de Pocona, anualmente debe asignar recursos económicos para la preservación y conservación del monumento arqueológico.

Inkallajta es una ciudadela, fundada por el Inca Tupaj Yupanqui, entre los años 1463 y 1472, de acuerdo a estudios de la Universidad Mayor de San Simón. Su urbanización sigue el patrón del Cuzco y de las demás provincias del Imperio. La fachada de su templo responde a los conceptos calendarios, 12 puertas representan los meses del año. Edificios semicirculares forman el Torreón que marcan las estaciones del año, de acuerdo a los solsticios y equinoccios.

“Nuestros antepasados no eran adoradores del sol”

La investigadora Esther Balboa, señala que si bien los rituales giran en torno a la celebración del Sol, las constataciones astronómicas aclaran que “nuestros antepasados no eran adoradores del sol”.

El significado cultural de esta ceremonia se relaciona con la ciencia de la astronomía.

Hoy sabemos, explica Balboa, que en el amanecer del solsticio de invierno el orto helíaco o salida del sol por el horizonte coincide exactamente con la ubicación de la constelación de Orión. Y el dibujo del personaje volador coincide con la aparición de las estrellas Ainilan, Mintakay y Ayn itak, conocidas generalmente como las Tres Marías y su larga cola representa a la constelación de Eridanus, llamado también El Río.

“Esta constatación astronómica nos aclara que nuestros antepasados no eran adoradores del sol, inventado por los extirpadores de idolatrías para justificar sus genocidios y etnocidios”, asegura.

REGISTRO Los antepasados fueron grandes astrónomos que registraban con maestría en los KIPUS (hilos con nudos) o en los monolitos todos los acontecimientos del cielo.

Desde el punto de vista cultural, en la Cosmovisión Andina, lo sagrado es transitorio y la reciprocidad obligatoria.

“Por eso el sol es fuerte en diciembre y nos da todo su calor, pero en invierno no es más que un débil miembro de la comunidad andina, quien cumpliendo con el mandato del AYNI, debemos devolver por su ayuda pasada”, agrega.

Para este acontecimiento, la comunidad simbólicamente calienta el sol con fogatas y con las palmas de las manos le envía energía.

Desde el punto de vista espiritual o sagrado, en la Cosmovisión Andina, mirar al cielo significa agradecer, transformar lo negativo en positivo, del mal hacer el bien superior.

“Mirar al cielo es realizar una revolución en nuestra conciencia para progresar, renovar y expandir nuestras obras”, concluye.

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