La ‘gente diferente’, como se traduce Weenhayek wiky’i en el idioma del mismo nombre, se asienta a lo largo de la ribera derecha del río Pilcomayo, en el Gran Chaco tarijeño. Son especialistas en pesca y recolección.
Es probable que la noción de concebirse como el pueblo diferente (weenhayek wiky’i) haya devenido de la concepción cristiana del pueblo elegido, pero esta concepción no significa una conversión extemporánea o una tendencia sincretista, sino es un recurso para valorar la asociación étnica.
En otros términos, se trata de la instrumentalización de la creencia religiosa para provocar un movimiento de resistencia frente a las amenazas del entorno hostil y excluyente, afirma J. Alejandro Barrientos Salinas en la investigación Gente Diferente: Experiencias y Desafíos del Pueblo Weenhayek en el Gran Chaco. “La investigación buscó conocer de cerca las prácticas políticas weenhayek y los escenarios de participación en los cuales se negocia la gestión del poder local”, afirma el coordinador regional de la GIZ/PADEP Chaco, Mario Gonzales. Alejandro Barrientos vivió con el pueblo wenhayek un año.
En la actualidad, la población weenhayek sobrepasa las 800 familias, unas 4.000 personas, en 22 comunidades ubicadas entre los municipios de Villamontes y Yacuiba.
Las comunidades weenhayek más pobladas son Crevaux, donde viven unas 300 familias, Capirendita, cerca de las 250 familias, y Tuuntey, alrededor de 200 familias. Otras comunidades son mucho menos pobladas: San Bernando y Bella Esperanza, donde viven menos de una veintena de familias. La convivencia territorial y la compatibilidad de prácticas culturales han favorecido para que se establezcan matrimonios entre la población weenhayek y Tapiete.
La reivindicación del territorio es parte de la acción política de los weenhayek que participaron en la marcha a La Paz de las tierras bajas de la Cidob, en la década de los noventa. El Decreto Supremo 23500, de 1993, del Gobierno de Paz Zamora, les reconoció su Tierra Comunitaria de Origen.
Sólo más de 15 años después, entre julio y septiembre de 2008, consiguieron la reivindicación territorial cuando el Instituto Nacional de Reforma Agraria tituló a favor del pueblo weenhayek una extensión de 21.970 hectáreas y 9.199 metros cuadrados.
Para el Capitán Grande weenhayek, Moisés Sapiranda, éste es el resultado de la presión política ejercida por el pueblo weenhayek y de las gestiones de la Organización de la Capitanía Weenhayek (Orcaweta) aunque también de la voluntad política del Gobierno del presidente Evo Morales a favor de las principales demandas indígenas.
La titulación de las áreas fiscales representa la consolidación de la Tierra Comunitaria de Origen Weenhayek, extendida sobre un territorio fragmentado y discontinuo que recién será delimitado, por lo que el reto, ahora, es definir los mojones y un replanteo y saneamiento de tierras.
ÉPOCA DE PESCA Y LIBERTAD
Entretanto, para los weenhayek, la pesca ha sido y sigue siendo la actividad central para sus comunidades. Es el motor de la economía étnica del Pilcomayo. La pesca es parte de la cotidianidad y define los ciclos de los asentamientos y desplazamientos. El pueblo weenhayek es una sociedad especializada en la actividad pesquera, no sólo es un trabajo, sino, también un estilo de vida.
La temporada de pesca se inicia entre abril y mayo, suele extenderse hasta agosto e incluso septiembre. Durante la pesca, la mayor parte de la gente está ocupada. Esta actividad implica una serie de desplazamientos y desconcentración de las comunidades. Se establecen campamentos pesqueros a orillas del río Pilcomayo. Los campamentos pesqueros se conforman con carpas y viviendas improvisadas sobre las riberas, algunos grupos de familias se reúnen para conformar grupos de pesca, en los que las mujeres se dedican a cocinar y a colaborar con el arrastre de las redes grandes, los varones son los encargados de la pesca y el destripado. Otros grupos prefieren permanecer por separado y hay quienes de hecho no permanecen en los campamentos.
La dinámica comercial se concentra en los puestos pesqueros, los rescatadores llegan con sus camiones de carga para comprar el pescado directamente de las poblaciones indígenas.
La dinámica es sencilla, los pescadores sacan el producto del río, lo procesan, lo cortan y extirpan las vísceras, para luego venderlo por unidades allá mismo.
Los rescatadores después de una operación aritmética sencilla pagan al contado el equivalente al número de unidades entregadas.
Este proceso se repite cada vez que se realiza la pesca. Los camiones permanecen el tiempo que sea necesario hasta copar su capacidad de carga, luego emprenderán viaje hacia los principales centros urbanos del país.
Hay que notar que la mayor parte de los rescatadores son reconocidos como “collas”, o sea gente proveniente del occidente boliviano y que también suelen identificarse como pueblos indígenas (aymaras y quechuas), cuyo potencial comercial se ha difundido a todas las regiones del país.
Las especies preponderantes son el sábalo, el surubí y el dorado, otras especies, como el bagre, han menguado y a lo mucho sirven para la subsistencia familiar y diversificar un poco la dieta. Si bien la forma tradicional de comer el pescado es al rescoldo o a la mordaza, donde el alimento se llega a cocinar con su propia grasa sobre un fogón de leña, es curioso notar que en los campamentos pesqueros existe la preferencia por consumir sardinas enlatadas. El precio del pescado es negociado constantemente, aunque la mayor parte de las veces los grupos de comerciantes determinan el monto de compra, lo que no siempre resulta beneficioso para los pescadores; pero deben contentarse con eso, de lo contrario corren el riesgo de que se eche a perder la producción piscícola.
En años de mejor pesca y estabilidad de precios, como 2008 y 2009, se vendieron entre 3 a 4 bolivianos la unidad de sábalo, lo que generó un buen ingreso. Este producto era vendido en las ciudades principales a más de 20 bolivianos. Un plato de pescado frito podía costar 30 bolivianos en los restaurantes de Villamontes.
Durante la pesca los weenhayek reciben importantes sumas de dinero producto de la comercialización del pescado con lo que compran ropa, radios, lámparas y motorizados.
Pero, cada vez más, hay una emergencia, la contaminación de las aguas del río Pilcomayo con los efectos nocivos de los metales pesados y restos tóxicos que influye directamente en la salud pública de las comunidades.
La actividad pesquera se ve también afectada por la contaminación, el riesgo del producto aumenta y puede evidenciare en la saturación de los metales en las cabezas y colas del pescado.
Con poca pesca en las negras y contaminadas aguas del río, no hay libertad ni abundancia. La ‘gente diferente’ se ve en la necesidad de vender sus pertenencias materiales a precios ínfimos que le permitan obtener algo de dinero para satisfacer sus necesidades básicas y cotidianas. Esta práctica, desde la percepción externa, suele denominarse: “el remate weenhayek”. Una suerte de liquidación de las mercancías, de la cual se aprovechan los comerciantes y otras personas de Villamontes y Yacuiba.
“Que vayan sabiendo que nosotros, acostumbrados, nos hemos criado con esa fuente de trabajo; por eso, por el momento se estamos molestando, se estamos preocupando, porque en realidad no hay ninguna más fuente de trabajo que es la pesca, eso es de lo que yo les aclaro, que se vaya sabiendo en esta entrevista…” (Julio Lucas Suárez, Capitán weenahyek, de Crevaux)
OTROS TESTIMONIOS
“Frente en alto cuando decimos weenhayek. Para nosotros decir weenhayek es pues algo muy grande, nos hace sentir ese aliento, esa fuerza, ese ánimo, cuando nosotros decimos weenhayek... Y para lo castellano traducido le dice ‘pueblo diferente’, que significa weenhayek....” (Emiter Mendoza, Crevaux, Estudiante del INSPOC, 2009 )
“Significa weenhayek: diferente…Estamos orgullosos que no perdemos la cultura, el idioma hablamos, por más que estamos en medio de la gente,, hablamos el idioma..”. (Fernando Rodríguez, Capitán de Tuuntey, 2009) “Nosotros mantenemos nuestra cultura, nuestra lengua weenhayek, nosotros hablamos muy bien nuestra lengua materna que es el weenhayek, y bueno tenemos mucha dificultad para hablar el castellano en este caso, ¿no? Nuestros niños, nuestros hijos hablan weenhayek…” (Aniceto Ayala, Capirendita, Secretario de Recursos Naturales, Cidob, 2009)
Nota.- La investigación de J. Alejandro Barrientos Salinas fue apoyada por la cooperación alemana, mediante su Programa de Apoyo a la Gestión Pública Descentralizada y Lucha contra la Pobreza GIZ/PADEP. La monografía puede encontrarse íntegra en http://cedoingtz.padep.org.bo
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