martes, 18 de diciembre de 2012

El concepto prehispánico del tiempo, la clave para entender la profecía maya

La idea que las culturas prehispánicas tenían del tiempo como un proceso cíclico frente a la concepción lineal que impera en la actualidad es, según expertos, la clave para entender en qué consiste exactamente la profecía maya del 21 de diciembre y por qué se ha malinterpretado.

"Aquí primero tenemos un problema epistemológico de un mundo como el nuestro que quiere entender un mundo radicalmente distinto como el mundo mesoamericano prehispánico", afirmó en entrevista el profesor del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) Patrick Johansson.

Los mayas no pudieron vaticinar la llegada del fin del mundo, entre otros motivos porque en su cosmovisión no existía el concepto lineal del tiempo que se utiliza en Occidente, con una mentalidad apocalíptica heredada de la tradición judeo-cristiana.

"En el tiempo occidental partimos de una fecha que podría ser, por ejemplo, el nacimiento de Cristo, y de manera totalmente lineal vamos hacia el futuro (...); en el mundo indígena había ciclos después de los cuales era borrón y cuenta nueva", declaró.

La ya famosa profecía maya, que supuestamente sitúa entre los días 21 y 23 de diciembre el fin del mundo, se originó a partir de una lectura errónea de una inscripción hallada en un panel jeroglífico empotrado en un muro, conocido como el Monumento de Tortuguero, en el Estado de Tabasco, sureste del país.

En ella, según la traducción de la escritura jeroglífica, puede leerse: "Trece b'aak'tuunes habrán acabado (en el) día 4 ajaw 3 k'ank'iin, ello habrá ocurrido", en referencia a la finalización, según las creencias mayas, de la era que comenzó en el año 3114 a.C., el 13 "batkun".

Para Johansson, aunque ninguno de los pueblos mesoamericanos vaticinó el fin del mundo, sí estaban preocupados por esa idea de naturaleza "universal", y tuvieron la capacidad de canalizar ese miedo mediante la creación de los llamados "nemontemi" o "días baldíos", una de las últimas investigaciones del experto.

"El fin del mundo es algo universal, pero los antiguos mexicanos sí tuvieron la sabiduría de poner a cada año cinco días de caos para tener una vivencia caótica antes de regresar al cómputo calendárico normal, y eso permitía drenar toda esta angustia que tienen los hombres desde tiempos inmemoriales", precisó.

Estos días "que no contaban" se encontraban al final del último mes de cada año, equivalente a un ciclo completo del sol, y durante los mismos se producía un "suspenso", por el cual aunque "se contaban en términos de cómputo en el calendario, no estaban contemplados en términos astrológicos", según las últimas indagaciones.

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