miércoles, 21 de noviembre de 2012

El dulce y rentable chocolate silvestre le cambia la vida a indígenas del Beni



Son las 06.35 y Aerocon alza vuelo; una hora de La Paz a Trinidad, escala obligada para visitar Baures. Otra hora de vuelo en avioneta desde Machupo y se llega a la capital del chocolate silvestre, la rentable “bebida de los dioses” del bosque amazónico.

El verano es incomparable en este municipio beniano, frontera con Brasil. Más de 35 grados crean el ambiente cálido para acoger a los participantes de la IV Feria del Chocolate Silvestre. Empresarios, recolectores y productores de Baures, Huacaraje y San Ignacio de Moxos ofrecen pasta y tabletas de chocolate elaborado de forma artesanal y semiindustrial.

Mientras negocios se concretan en el evento, una comitiva de recolectores y periodistas viaja a la comunidad Alta Gracia. Se cruza el Río Negro en un pontón sostenido por alambres. En sus orillas lavan ropa las mujeres. Días atrás se ahogó una persona y mataron a un lagarto en sus oscuras aguas, comentan los lugareños.

De a poco se ingresa en el bosque, la espesura se traga la luz y el calor se hace más intenso. Hora de bajar de la camioneta y caminar. Los mosquitos no dejan de rondar y picar. “Sólo nosotros sabemos cuán sacrificado, cuán difícil es ir al chocolatal a recolectar la mazorca”, dice Ángel Yanssen.

Durante la cosecha deben vivir una semana en las pascanas de las islas. “Un brote, pero está muy abajo en el árbol”, comenta. En noviembre las verdes mazorcas se convertirán en amarillas, las codiciadas. “Un gran problema son los monos y los loros; se comen las mejores”, agrega el recolector.

Con la capacitación técnica del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA) y la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), los miembros de la Asociación de Recolectores y Productores de Baures (AREPCAB), unas 110 familias, de cinco comunidades, aprendieron a mejorar la producción. Podan los árboles y limpian la maleza. La Alcaldía de Baures invierte en el mantenimiento de los caminos vecinales y de ingreso a los chocolatales.

Entre enero y marzo la recolección, que tiene carácter familiar, se incrementa. “Este año hay más mosquitos y es señal de que la cosecha será buena”, expresa Yanssen. Él también es subalcalde de su comunidad. 35 familias viven en Alta Gracia. En las comunidades de Jasiaquiri, El Cairo, San Francisco y Tujuré igual se alistan para la época de lluvias, cuando más deben cosechar.

La isla Catiene es la más grande, le sigue San Carlos. Vecina de éstas, es la isla Sal si Puedes. Hay 51 en más de 5.000 hectáreas.

En el libro El cacao en Bolivia, una alternativa económica de base campesina indígena, de Óscar Bazoberry y Coraly Salazar, se prevé que para 2037 “6.000 familias aprovechen 12.115 hectáreas de producción de cacao silvestre y comercialicen 1.672 toneladas métricas, con un valor aproximado de $us 2,7 millones”.

Vanesa Mendoza, del CIPCA, aclara que cualquier persona puede acceder a los cacaotales silvestres. Una ordenanza municipal manda esa libertad. Además, las estancias ganaderas dan paso a los árboles. Está prohibido cortar los árboles, aunque los chaqueos aún son un problema.

“El control social es bastante efectivo, especialmente para evitar la tala de mara”, indica el alcalde de Baures, Juan Ágreda, dos veces consecutivas electo.¿Es rentable? Sí, es la respuesta de los participantes en la feria. Hace una década, por una arroba de cacao silvestre, el acopiador pagaba Bs 50. Hoy, la arroba de un grano de calidad, que cuida el proceso de cosecha, fermentado, secado y acopiado, vale Bs 280. El precio mínimo es Bs 240. El valor sube si se venden juntas diez o más arrobas, asegura Julia Moreno Sosa, de la comunidad San Francisco. “Pero hay gente que necesita dinero y el comerciante le paga Bs 150 por la venta adelantada”.

“El cacao silvestre tiene mejor contenido de grasa y aroma, y sale un cacao premium de edición limitada”, destaca Juan Carlos Gutiérrez, asesor técnico y encargado de logística y transporte de la empresa REPSA. Sus clientes están en Suiza. Lamenta que Bolivia no esté entre los grandes competidores (Costa de Marfil, Ghana) porque la inversión requerida es alta, en especial en la cadena de frío.

Puede crecer en el “mercado de intangibles”, “de quienes pagan un poco más al saber que es chocolate silvestre, de comunidades indígenas, con una historia de conservación del bosque amazónico, de valoración local”, subraya Alfonso Llobet, de la FAN. Gutiérrez es contundente: “Una tableta de 100 gramos de cacao convencional en Europa cuesta unos 15 euros ($us 19) y el silvestre 27 euros ($us 34)”. Otro dato comparativo: una tonelada de cacao híbrido se vende entre $us 700 y $us 1.200 y la silvestre supera los $us 2.500. “Tienen cultura chocolatera y 100 años de experiencia en el proceso del chocolate”, compara.

“Esta riqueza que Dios nos dio, no hay que dejarla, la gente tiene que aprender a mejorar con el chocolate”, dice Mario Roca Terrazas, quien hace tres meses creó su pequeña empresa La Morenita.

Afianzan comercialización del cacao

Roly Imanareico, presidente de AREPCAB, espera que pronto la organización, conformada hace dos años, obtenga su personería jurídica; ya lograron definir sus estatutos y reglamentos internos. Su meta es mejorar la producción y comercialización del grano de cacao silvestre. Una planta industrializadora es parte del sueño.

Ciento diez familias en cinco comunidades son capacitadas por la FAN, con algunas actividades que son coordinadas con CIPCA y la Alcaldía de Baures. Alfonso Llobet precisa que esta institución readecuó su trabajo porque avanza la fase de mejoramiento de calidad y cantidad de grano. Lorenza Orotare, de la comunidad

El Cairo, afirma que “ahora sabemos obtener una buena pepa porque eso exigen las empresas”. El reto está en fortalecer la organización de las comunidades para que se consoliden como empresas comunales. El siguiente paso es buscar mercados diferenciales que paguen el plus de un producto de calidad del bosque amazónico.


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