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jueves, 22 de noviembre de 2012

Brasil empieza a refrescar su memoria africana

El adivino nigeriano baila y canta junto al sacerdote brasileño en una rueda de candomblé, una religión traída a este país sudamericano por los esclavos africanos y que ahora se intenta rescatar en su plenitud del olvido de los textos escolares que tratan sobre la historia y la cultura nacional.

Se trata de Jokotoyé Awolade Bankole, un príncipe tribal de 55 años de Onpetu-Ogbomosó, en el sudoccidental estado nigeriano de Oyó, cultor del Ifá, un sistema adivinatorio del pueblo yoruba declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2005 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

El sacerdote del candomblé Alexander Rocha da Silva o Alexandre de Oxossi, quien lo recibe en su terreiro (templo), es un brasileño blanco, aunque, como recuerda a IPS, “¿quién en Brasil puede decir que no tiene algo de África en su piel?”.

Este país, donde más de 50% de sus 194 millones de habitantes se reconocen negros o mulatos, optó por recordar su historia europea, la “conquista” del reino de Portugal, y practicar masivamente la religión católica.

Según el censo oficial de 2010, esa religión continúa siendo la mayoritaria, pues es profesada por 64,6% de la población, seguida de la evangélica, en especial la neopentecostal, con 22,2%.

Tabú

Aún hoy, muchos de los que se declaran abiertamente seguidores de los cultos de origen africano como el umbanda y el candomblé, que representan 0,3% de la población, practican sus ritos en la penumbra.

“Todavía hay mucha discriminación, especialmente cuando alguien afirma abiertamente que es de una religión africana en la escuela o en la universidad”, relata Glaucia Bastos, iyanifa en el culto del Ifá.

Traída por los esclavos africanos, el candomblé fue reprimido desde los tiempos coloniales, a lo largo de la historia a veces con mayor crudeza y por ello tuvo que disfrazarse para sobrevivir.

“El candomblé no sufrió tanta influencia del catolicismo como otras religiones porque los negros siguieron rindiendo culto a sus orixás (espiritualidades) escondiéndolos debajo de santos”, explicó Alexander de Oxossi.

La persecución de las religiones afrobrasileñas continuó abiertamente hasta más de la mitad del siglo XX, en particular a través de las llamadas “comisarías de costumbres”.

Bastos, una mulata de padre portugués pero que se define africana “por el árbol genealógico de su madre”, cuenta que “hasta hace 27 años me gritaban en la calle ‘macumbera’, una palabra de origen africano usada de modo peyorativo que equivale a ‘practicante de magia negra’”.

Edna Teixeira de Araujo también recuerda que hasta 1970, más o menos, el candomblé era practicado en el fondo de las casas de samba (ritmo musical afrobrasileño). “Se hacía una rueda de samba en frente y el candomblé atrás para esconderlo”, detalla esta vecina que, como otras participantes del festejo en honor a Bankole, viste un traje de gala yorubá-nigeriano.

Los tiempos cambiaron y la ley federal 7.716, en la cual se estableció que la intolerancia religiosa es racismo, no permite más esas demostraciones abiertas de prejuicio, bajo penas de cárcel.

A ello se agregó en 2007 la instauración del Día Nacional de Combate a la Intolerancia Religiosa, que se celebra cada 21 de enero en homenaje a Mãe Gilda, una sacerdotisa del candomblé del nordestino estado de Bahía que murió en 2000 por complicaciones cardíacas debido a las persecuciones religiosas de que fue víctima por parte de iglesias neopentecostales.


Pero pese a los avances, los seguidores de las religiones afrobrasileñas se sienten todavía perseguidos. “Hasta hoy cualquier problema que ocurre dicen que es por un mal que hizo el candomblecista o umbadista”, cuenta De Araujo. (IPS)

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