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jueves, 1 de diciembre de 2011

La vida de los Yuquis refleja el abandono y su fatalidad

“¡No te pueden sacar foto a vos!”, le dijo su hermana y la apartó del grupo. “¡Se puede morir! ¡Está enferma!”, agregó molesta su madre.

Nos habíamos puesto en grupo para sacarnos fotografías con algunos niños de la comunidad de Bía Recuaté, en el pueblo yuqui, pero Silvana, de siete años de edad, no debía hacerlo.

“Es un secreto. Esa niña está enferma y si le sacan foto su alma se puede quedar ahí y se va a morir”, nos explicó otra mujer.

Y es que las creencias y prácticas ancestrales están enraizadas en cada uno de los habitantes de este pueblo indígena que ocupa un territorio distante a 50 kilómetros de Chimoré en el trópico de Cochabamba. A él se accede luego de más de una hora de viaje por el dificultoso camino en el monte, desde que termina el empedrado que se toma de la zona de Cesarzama.

Los yuquis están organizados por sus dirigentes y están conformados por 97 familias. Los varones tienen la tarea de cazar y pescar principalmente, mientras las mujeres se dedican al cuidado de los niños, cocinar y algunas a tejer.

EL MATRIMONIO Lidia que es indígena y Feliciano se conocieron en Entre Ríos y se enamoraron. Son novios desde hace un mes y hace una semana que él vive en la comunidad yuqui.

Cuando les preguntamos cómo va la relación del noviazgo, ella se adelanta en contestar.

“Nos llevamos bien. Él no me pega”, dice Lidia mientras su novio sonríe y él agrega que “no hay que pelear a golpes sino con la boca”. Cuando entre risas comentamos que ella debería defenderse si él la golpea, sonríe sumisa y dice que “no”.

Y es que las agresiones intrafamiliares parecen ser frecuentes entre los yuquis. Durante una reunión de la comunidad realizada hace pocos días, faltaban algunos y entre esos estaba uno que había golpeado a su esposa y los dirigentes comentaban el tema.

Lidia estuvo casada antes, tiene cinco hijos, pero se separó de quien fuera su esposo porque “hubieron problemas”. Su novio no tiene hijos y desde hace una semana es la figura paterna en la choza de Lidia.

Feliciano es un “aba” entre los yuquis, así se les llama a los forasteros, a los que son de afuera. Así que fue necesario conversar con los miembros de la comunidad para que le aceptaran.

“Tuve que hablar con todos y luego presentarles a mis padres. Ya tengo chaco, ahora nos falta machete nomás para trabajar”, comentó Lidia mientras él entre risas decía que le habían recibido con abrazos.

Ahora, según las tradiciones del pueblo, él tendrá que convivir en el lugar durante unos tres años según las prácticas yuquis para ganarse los derechos que todos tienen.

Marcos Guaguazuguasu, un indígena del lugar, cuenta que ahora “los que se quieren se quieren” haciendo referencia a que antes no podían haber relaciones con gente que no sea yuqui.

Para las parejas las ceremonias religiosas no son prácticas obligatorias y las civiles, avaladas por jueces, no les interesan.

EN LA HAMACA “Es gastar plata no más”, dice Guaguazuguasu comenzando a contar que “antes se casaban en la hamaca".

Cuando un hombre se enamoraba hablaba con sus padres y luego debía demostrar que estaba preparado ante la familia de la mujer.

“Tenía que ser buen pescador y puntero (cazador). Y la mujer también tenía que demostrar que sabía hacer pita (tejer)”, dice.

Cuando ambos demostraban que estaban listos se reunía a la comunidad e invitaban a la pareja a sentarse en una hamaca y así ya estaban casados.

Aunque la hamaca ya no es parte del ritual, siguen siendo las autoridades las responsables de la ceremonia de casamiento.

SIN TEMPLOS En la comunidad no existe templo de ninguna religión y lo único que hace referencia al tema es la inscripción de “Jesús” con pintura roja en una especie de caseta pequeña que es parte de los juegos de un parque improvisado cerca de la escuela.

Los pobladores dicen que pastores de la iglesia evangélica llegaron hasta la zona hace muchos años y que la mayoría del pueblo "conoce la palabra". Algunas bodas religiosas que han realizado los yuquis fueron celebradas por los misioneros evangélicos que a veces todavía les visitan.

En las relaciones de pareja es notorio que quien predomina es el varón aunque el cuidado entre hombre y mujer es mutuo. Es común ver parejas de ancianos echados a la sombra de un árbol, dándose aire con un abanico hecho de palma por ellos mismos.

Apuntes.

Casa del pueblo

Bia Recuaté es el nombre de la comunidad yuqui, en castellano es “casa del pueblo”.

No contactados

Existen unas cuatro familias de yuquis no contactados, cerca a 20 personas. Viven en el monte y no tienen contacto con los demás, cuando de lejos ven gente huyen. Han fabricado su propio cuchillo y siempre caminan con antorchas, visten con cortezas de árboles y hablan yuqui.

Discriminación

Asistir a los centros médicos ya es incómodo para los yuquis que denuncian discriminación porque el personal de salud, bajo el argumento de que recibirirán un trato especial, les abandona en las salas y luego no les atienden.

Pista de aterrizaje

A un lado de la cancha de fútbol de la comunidad existía hasta hace un año una pista de aterrizaje donde los miembros de la misión evangélica Nuevas Tribus llegaba con alimentos y todo tipo de ayuda. Ahora ya no van y en la que fue la pista creció la hierba.

Volver sola y embarazada

Aunque ahora “está permitido enamorarse” de gente de otros lugares, los yuquis son estrictos. Cuando una yuqui se va de su pueblo por seguir a su esposo “aba”, que es de otro lugar, debe asegurarse que estará bien.

Existen casos en los que se embarazan, son abandonadas y retornan a la comunidad indígena porque “no tienen quién les alimente”. Pero son mal vistas y la gente habla mal, según cuentan los yuquis.

Al ver éste y otro tipo de situaciones existen adolescentes que sueñan con ser profesionales.

Eugenio Ezanceboa tiene 13 años y aunque ya no va a la escuela, trabaja en los chacos de los colonos -donde dice que le pagan hasta Bs 100 al día- y ya ha trabajado en restaurantes de chinos, tiene la esperanza de convertirse en abogado y defender los derechos de su pueblo.

Fabiola (14) quiere ir a un internado, en Camiri, para ser enfermera. Su padre murió con un tumor en la cabeza y su madre con tuberculosis. No quiere que en su pueblo hayan más muertes y también quiere salir adelante sin depender de nadie.

El pueblo sigue siendo nómada pese a vivir ahora en un lugar establecido

En Bia Recuaté las casas son de madera con techos de calamina. Son la morada oficial de los indígenas que por su actividad de caza, pesca y recolección suelen dejar sus viviendas por días para ir al monte.

En el pueblo está la escuela, una posta médica y las viviendas alrededor. Las condiciones de higiene no son adecuadas, hay basura acumulada en todo lado.

Casos de infecciones, anemias, diarreas y principalmente tuberculosis son comunes. Durante la visita realizada a los yuquis se constató que habían al menos tres niños enfermos y no recibían tratamiento.

“No sé qué tiene mi hijo, no duerme desde hace días”, contó Carmen Isategua mientras cargaba a su niño menor de un año que lloraba.

Recogen agua del río en pomos y botellas y la beben.

“Llega el turbión y consumimos esa agua, ahí mismo nos bañamos”, reconoció Marcos Guaguazuguasu. Tampoco hay servicios higiénicos.

Pero para todo hay explicación. Según el coordinador de Brigadas Médicas de los Pueblos Indígenas del Trópico, Álvaro Martínez, estos aspectos están ligados a la cultura.

Los yuquis son tradicionalmente nómadas, al constituir su comunidad en un territorio fijo, la higiene y la limpieza no se están tratando bien.

“Ellos pertenecían a tribus en las que no se acumulaba basura en un solo lugar. andaban, comían, desechaban (todo era orgánico) y seguían caminando, ahora tienen que estar acá y se concentran en el cúmulo de desperdicios”, dice Martínez. La tuberculosis es la enfermedad que les ataca de manera mortal. 16 personas reportan la enfermedad, de ellas 7 no reciben tratamiento y 2 son drogoresistentes. Esta situación alarma a las autoridades.

Se debe trabajar en la parte humana, enseñar para seguir los tratamientos médicos y no poner en riesgo sus vidas. El representante indígena José Isategua explicó también que aunque tienen un centro de salud hace falta equipamiento y medicamentos.

“Los doctores son como soldados sin armas”, dijo otro indígena.

Construyen ley para pueblos en extinción como los yuquis

Dentro el plan de construcción del anteproyecto de ley de protección a las naciones indígenas y pueblos originarios en peligro de extinción, aislamiento voluntario y no contactadas, la viceministra de Justicia Indígena y Originaria campesina, Isabel Ortega, visitó el territorio yuqui en pasados días junto a técnicos del área, el defensor del pueblo en el trópico, René Claure, el asambleísta indígena yuqui, Abel Iaira, y la representante de la Cidob, Rosa Chau se reunió con los indígenas en su mismo territorio.

Durante el encuentro se resaltó el riesgo de la comunidad indígena en riesgo de extinción. Actualmente habitan en el lugar 97 familias, el más anciano no tiene tiene más de 70 años y según cuentan los indígenas nadie pasa de esa edad porque mueren por enfermedad.

En temas de territorio el asambleísta Abel Iaira señala que el conflicto por avasallamiento estaba latente por los colonos que pretendían entrar al territorio de los yuquis. A la fecha el problema estaría controlado, aunque temen que a fin de año vuelva el conflicto.

Iaria también recordó que hace tres semanas los colonos instalados en una de las trancas intentaron impedir su paso para cobrarles por el ingreso y salida de su territorio hasta Bs 30 bajo argumento de era que los yuquis habían participado en la marcha del TIPNIS y además de que no colaboraron en la construcción del camino por el que no les dejan circular.

En el área de educación reclaman que los maestros sean bilingües y que la educación se amplíe hasta secundaria.

Respecto a temas productivos rescatan que la zona es fértil y pueden cultivar tomate, pepino, plátano, yuca y eso se pueda plasmar con asesoramiento técnico para que pueda actualmente dedicarse a la caza, a la pesca, a la recolección y artesanía.

Esas y otras solicitudes se registraron en un acta con el compromiso de la vice ministra y demás autoridades para ser analizados e incorporados en el proyecto de ley para la protección de los pueblos en riesgo de desaparecer.

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