En la década de los 60 del siglo XX, cuando empezamos a preguntarnos sobre “lo andino” y sobre la necesidad de pensar una historia que tome en cuenta a los pueblos indígenas, la historiografía había asumido un carácter nacionalista donde predominaban las investigaciones que enfatizaban las estructuras económicas y la lucha de las clases sociales, con fuerte influencia del marxismo.
Desde entonces, nuevos enfoques y miradas surgieron a partir del trabajo pionero de muchos investigadores, así como de cuestionamientos de los propios actores sociales. Las propuestas desde la historia y las distintas disciplinas con sus aciertos y dificultades, permitieron, en todos nuestros países, criticar las visiones civilizatorias y eurocéntricas presentes incluso en las perspectivas progresistas y de izquierda, incorporando nuevos actores, propuestas y miradas, analizando con mayor detenimiento y desde la larga duración la especificidad cultural de los grupos étnicos en los países de América Latina, particularmente en los Andes. Las investigaciones se centraron, en consecuencia, en el estudio de las formas económicas, sociales y políticas de lo que se consideraban “grupos étnicos,” cuestionando al mismo tiempo las estructuras de poder vigentes.
Desde el seno mismo de la etnohistoria se fue cuestionando paulatinamente el término “etnia” por su vinculación con el antiguo término “tribu”, por su connotación de grupos minoritarios sin derecho a ser naciones y por el carácter mono étnico y civilizatorio de la nación. Los actores por su parte, asumieron el conocimiento como una forma de lucha política y cultural y empujados en parte por estos mismos estudios académicos, encontraron frecuentemente en ellos los argumentos para sus demandas militantes. Se empezó entonces a plantear una sociedad y nación multicultural, pluriétnica y hoy plurinacional y descolonizadora, conceptos muy importantes para repensar y criticar paradigmas civilizatorios vigentes, especialmente fuera de las progresistas pero muy reducidas esferas de los cientistas sociales.
Constitución
El resultado de estos movimientos, tanto en la producción intelectual como en los actores sociales, se expresa en varios países en modificaciones a sus constituciones y en Bolivia en los principios constitucionales de la plurinacionalidad y la descolonización, a partir del reconocimiento de la existencia de naciones y territorios indígenas. En otras realidades, se expresa de diversa manera, pero el problema de la articulación también está presente.
Con estas inclusiones y transformaciones, conviene preguntarse si en los países andinos el modelo nacional preexistente no ha hecho más que replicarse a nivel de las naciones que componen el Estado, llámese plurinacional o no, imposibilitando pensar en los pueblos indígenas y en los países en tanto relacionamiento y articulación. La reflexión sobre dichas articulaciones se presenta como un tema central.
El paradigma nacional pareciera además tener horror a pensar la mezcla, la impureza (lo mestizo o lo cholo) y, por tanto, en los propios cambios y transformaciones. Por consiguiente, ¿hasta qué punto el reconocimiento y establecimiento de las naciones impone rígidas fronteras, espacios discretos y definidos cuando las relaciones sociales, incluso las de poder, pueden ser muy fluidas? Las articulaciones, los eslabonamientos, las complejas y densas relaciones de personas y grupos, de distintas esferas, regiones y países parecen más bien invisibilizarse en los mosaicos de contigüidad territorial, identidad, idioma y derechos encerrados en sí mismos. ¿Cómo expandir los límites del paradigma multinacional, multicultural y multicivilizatorio para pensar en las articulaciones y los relacionamientos? ¿Cómo pensar lo indígena sin reificar identidades y culturas, sin petrificarlas y esencializarlas y sin negar las relaciones y dinámica social? Y ¿cuál es el rol de las poblaciones no indígenas, las élites y las distintas encarnaciones y niveles del Estado con el que se interactúa? ¿Dónde se sitúan los límites entre actores indígenas y no indígenas en un mundo crecientemente urbano? ¿Cuál ha sido el rol de las ciudades, el poder y la propia actividad académica en los nuevos escenarios de los que somos parte?
Congreso
Entre el 26 y el 29 de junio del 2011, en la ciudad de Sucre, se llevará a cabo el VIII Congreso de Etnohistoria. Reconociendo los aportes de la etnohistoria tanto en el enfoque, metodologías, fuentes y nuevas preguntas, más de veinte años después de las primeras experiencias y viviendo en nuestros países contextos políticos y sociales totalmente diferentes, es importante preguntarnos —y no sólo desde las metodologías de trabajo— si es posible aún hablar de etnohistoria. Los planteamientos realizados nos han llevado a proponer como tema del Congreso de Etnohistoria un de-safío que quisiéramos compartir y reflexionar: La etnohistoria más allá de las etnias.
Consideramos que, si bien la situación boliviana es particularmente clara, son procesos más extensos que comparten países de América Latina y son también preocupación de los investigadores de otras latitudes.
Desde entonces, nuevos enfoques y miradas surgieron a partir del trabajo pionero de muchos investigadores, así como de cuestionamientos de los propios actores sociales. Las propuestas desde la historia y las distintas disciplinas con sus aciertos y dificultades, permitieron, en todos nuestros países, criticar las visiones civilizatorias y eurocéntricas presentes incluso en las perspectivas progresistas y de izquierda, incorporando nuevos actores, propuestas y miradas, analizando con mayor detenimiento y desde la larga duración la especificidad cultural de los grupos étnicos en los países de América Latina, particularmente en los Andes. Las investigaciones se centraron, en consecuencia, en el estudio de las formas económicas, sociales y políticas de lo que se consideraban “grupos étnicos,” cuestionando al mismo tiempo las estructuras de poder vigentes.
Desde el seno mismo de la etnohistoria se fue cuestionando paulatinamente el término “etnia” por su vinculación con el antiguo término “tribu”, por su connotación de grupos minoritarios sin derecho a ser naciones y por el carácter mono étnico y civilizatorio de la nación. Los actores por su parte, asumieron el conocimiento como una forma de lucha política y cultural y empujados en parte por estos mismos estudios académicos, encontraron frecuentemente en ellos los argumentos para sus demandas militantes. Se empezó entonces a plantear una sociedad y nación multicultural, pluriétnica y hoy plurinacional y descolonizadora, conceptos muy importantes para repensar y criticar paradigmas civilizatorios vigentes, especialmente fuera de las progresistas pero muy reducidas esferas de los cientistas sociales.
Constitución
El resultado de estos movimientos, tanto en la producción intelectual como en los actores sociales, se expresa en varios países en modificaciones a sus constituciones y en Bolivia en los principios constitucionales de la plurinacionalidad y la descolonización, a partir del reconocimiento de la existencia de naciones y territorios indígenas. En otras realidades, se expresa de diversa manera, pero el problema de la articulación también está presente.
Con estas inclusiones y transformaciones, conviene preguntarse si en los países andinos el modelo nacional preexistente no ha hecho más que replicarse a nivel de las naciones que componen el Estado, llámese plurinacional o no, imposibilitando pensar en los pueblos indígenas y en los países en tanto relacionamiento y articulación. La reflexión sobre dichas articulaciones se presenta como un tema central.
El paradigma nacional pareciera además tener horror a pensar la mezcla, la impureza (lo mestizo o lo cholo) y, por tanto, en los propios cambios y transformaciones. Por consiguiente, ¿hasta qué punto el reconocimiento y establecimiento de las naciones impone rígidas fronteras, espacios discretos y definidos cuando las relaciones sociales, incluso las de poder, pueden ser muy fluidas? Las articulaciones, los eslabonamientos, las complejas y densas relaciones de personas y grupos, de distintas esferas, regiones y países parecen más bien invisibilizarse en los mosaicos de contigüidad territorial, identidad, idioma y derechos encerrados en sí mismos. ¿Cómo expandir los límites del paradigma multinacional, multicultural y multicivilizatorio para pensar en las articulaciones y los relacionamientos? ¿Cómo pensar lo indígena sin reificar identidades y culturas, sin petrificarlas y esencializarlas y sin negar las relaciones y dinámica social? Y ¿cuál es el rol de las poblaciones no indígenas, las élites y las distintas encarnaciones y niveles del Estado con el que se interactúa? ¿Dónde se sitúan los límites entre actores indígenas y no indígenas en un mundo crecientemente urbano? ¿Cuál ha sido el rol de las ciudades, el poder y la propia actividad académica en los nuevos escenarios de los que somos parte?
Congreso
Entre el 26 y el 29 de junio del 2011, en la ciudad de Sucre, se llevará a cabo el VIII Congreso de Etnohistoria. Reconociendo los aportes de la etnohistoria tanto en el enfoque, metodologías, fuentes y nuevas preguntas, más de veinte años después de las primeras experiencias y viviendo en nuestros países contextos políticos y sociales totalmente diferentes, es importante preguntarnos —y no sólo desde las metodologías de trabajo— si es posible aún hablar de etnohistoria. Los planteamientos realizados nos han llevado a proponer como tema del Congreso de Etnohistoria un de-safío que quisiéramos compartir y reflexionar: La etnohistoria más allá de las etnias.
Consideramos que, si bien la situación boliviana es particularmente clara, son procesos más extensos que comparten países de América Latina y son también preocupación de los investigadores de otras latitudes.
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