viernes, 6 de enero de 2012

Chipaya, una cultura milenaria fortalecida en la crudeza de su realidad

Al visitar el territorio de Chipaya uno puede observar la fortaleza de la comunidad, ésta fue forjada para resistir las inclemencias del tiempo mantenido durante siglos sus costumbres milenarias, que se denotan en su forma de vestir, peinar, cazar o arar la tierra.

La crudeza del altiplano deja a uno perplejo puesto que puedes mirar a los cuatro puntos cardinales y encontrarte en una planicie inmensa sin otro recurso que la fuerza de tus manos para trabajar la tierra y subsistir en este recóndito punto, ubicado a 200 kilómetros de distancia de la capital del departamento de Oruro.

En tiempo de lluvia los caminos son inundados, al igual que los sembradíos, dejando pocas opciones a los pobladores para subsistir.

Pero este panorama también es embellecido cuando los primeros rayos del Sol crean en las cristalinas aguas del río Lauca un brillo indescriptible, sortilegio del majestuoso altiplano, que provoca un sentimiento de pasivo e inspirador.

La briza fría te envuelve como un delicado abrazo que se pierde en el inmenso horizonte, invitándote a caminar por tierras desconocidas y descubrir en ellas las hermosas pariguanas (aves de plumaje rosado y de patas largas) que se posan en las aguas serenas.

De igual forma uno queda admirado por la circunferencia de las plantas de las casas de los Chipayas, que por cierto no es fácil encontrar en la ciudad, ya que uno debe caminar un largo trecho para descubrir algunas de estas místicas chozas.

La comunidad es recelosa, pero a la vez hospitalaria, puesto que cuando hay que celebrar, la población trabaja unida sin distinción de género o edad, aportando con el trabajo digno.



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