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miércoles, 11 de junio de 2014

Joven mapuche revela secreto de su familia y da a conocer un fortín indígena

Angélica Chincolef Huenumán, una joven mapuche de 24 años, decidió hace unos días romper el secreto mejor guardado de su familia y dar a conocer el fortín desde el que sus antepasados se enfrentaron hace unos 450 años a las tropas españolas comandadas por Pedro de Valdivia.

La familia Chincolef es propietaria del terreno donde está uno de los últimos fortines mapuches que quedan en el sur de Chile y que conserva su trazado original.

Estas fortificaciones estaban asociadas a un sistema defensivo que se empleó en la zona, escenario siglos atrás de la llamada Guerra de Arauco, la lucha de las etnias puelche-huilliche contra los conquistadores europeos que arribaron en el siglo XVI.

La existencia de este estratégico bastión próximo al lago Calafquén y el uso que le dieron los guerreros indígenas fue transmitido de generación en generación gracias a la tradición oral, ya que el idioma mapuche, el mapudungún, carece prácticamente de registros escritos.

"Mi tatarabuelo Ignacio se lo contó a mi abuelo Francisco, y él, a su vez, a Evelyn, mi madre", explica a Efe Angélica Chincolef, mientras muestra los vestigios de esta fortificación, que fue pieza esencial de la estrategia militar para la defensa de este territorio.

"Ellos no querían que se supiera que aquí había un fortín. Temían que no les hicieran caso o que se rieran de ellos", relata la joven al recordar que durante décadas los mapuches han sido objeto de una marginación social que en algunos ámbitos persiste hasta el día de hoy.

Los españoles llegaban a esta zona de bosques vírgenes tras atravesar el lago Calafquén, donde eran avistados por guerreros que avisaban mediante señales a los defensores del fortín, situado a unos trescientos metros de la ribera.

A diferencia de los europeos, los mapuches construían sus fortificaciones hacía abajo, cavando trincheras donde se ocultaban con ramas y hojarasca.

Armados con lanzas, arcos y flechas, los guerreros caían por sorpresa y tomaban presos a sus enemigos, algunos de los cuales eran decapitados.

Por este lugar pasó Pedro de Valdivia acompañado de un ejército de seiscientos hombres. Con los que sobrevivieron a los ataques, el conquistador español avanzó hacia el sur. Hoy, la capital de la región de Los Ríos lleva su nombre.

En esta zona se habían identificado hasta ahora una decena de sitios fortificados, la mayoría de ellos emplazados en cimas de pequeñas colinas próximas a la cordillera de Los Andes.

Sin embargo, el de la familia Huenumán permaneció oculto hasta ahora. Y ello, a pesar de que dieciséis años atrás arqueólogos de la Universidad de Chile y de la Universidad de Magallanes llegaron hasta el lugar y tomaron muestras para enviarlas a analizar a Alemania.

La zona montañosa que rodea al fortín dificultó durante años el tránsito por el lugar. Angélica Chincolef recuerda que cuando eran pequeños, jugaba con sus hermanos en el fortín, que para ellos era simplemente una gigantesca zanja rectangular.

En esa zona habían sido hallados fémures humanos, que hoy atribuyen a los restos de guerreros, y existía la leyenda de que sus ancestros mapuches habían escondido un tesoro.

Pero todo cambió un día, durante la celebración del We Tripantu, el año nuevo mapuche ,que se realiza en el solsticio del invierno austral y es considerada una fecha sagrada por los mapuches.

Toda la familia Huenumán había partido al lugar de la celebración ritual y dejó el fundo abandonado, circunstancia que aprovechó una colona alemana que durante años había cultivado la amistad con ellos. En su ausencia, la mujer llegó acompañada de un equipo en busca de vestigios.

Cuando regresaron, se encontraron con que habían excavado en la zona para llevarse piezas arqueológicas. El expolio acrecentó la desconfianza de la familia, que ahora por fin ha roto su silencio.

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