La investigación de Laura Escobari (De caciques nobles a ciudadanos paceños s. XVI a XXI) sobre una familia de caciques nobles aymaras, enlazada con la dinastía incaica por línea del Inca Yupanqui y reconocida como noble por la corona española, genera una historia de larga duración que abarca desde el siglo XVI hasta el XXI.
El trabajo de Laura Escobari hace un seguimiento a los emprendimientos de los caciques Cusicanqui de Pacajes y sus descendientes, que tomaron un rol activo dentro de una sociedad en transformación, desde el siglo XVI hasta nuestros días.
En esta larga línea de tiempo, fenómenos tales como la consolidación de diferentes espacios comerciales, el cambio de gravitación de los centros urbanos, los cambios políticos (el mayor de los cuales fue la independencia y fundación de la República de Bolivia) así como los cambios en el escenario económico, supusieron para los descendientes de los caciques Cusicanqui no solamente desafíos para mantener una situación de privilegio, sino también oportunidades para consolidar esta condición y obtener mejores escenarios para su inserción social.
El punto de partida del trabajo de Laura Escobari es la imagen de un escudo de armas encontrado por ella en el Archivo de Indias de Sevilla, que forma parte de una probanza de nobleza de los descendientes de los Incas del Perú para justificar su derecho al cacicazgo en la zona. En la época colonial, los caciques tuvieron un papel muy importante en la estructura administrativa, ya que fueron el instrumento más importante entre la “república de indios” y la “república de los españoles”.
Su rol tenía continuidad con las funciones ejercidas por los mallkus de los linajes del Kollasuyo en la época incaica, que ahora estaban dirigidas a recoger el tributo de las comunidades y a hacer que se cumpliera el envío de indígenas como fuerza de trabajo a las minas.
En este contexto colonial, los caciques jugaron un papel doble, hacia sus comunarios y hacia los españoles, característica que se plasma en sus escudos de armas, que apelan a imágenes que hacían referencia a símbolos importantes para su sociedad, como las serpientes coronadas del escudo de los Cusicanqui y la mascaipacha incaica. Estos nuevos escudos coloniales operaron como un emblema de poder otorgado por la cabeza del nuevo orden, el rey, incorporando elementos de heráldica hispana, de la misma manera que otros símbolos emblemáticos otorgados por el inca habían sellado con ellos alianzas en tiempos anteriores.
Hijodalgos. Como remarca en su trabajo Laura Escobari, la administración española encontró en el cacique la pieza fundamental para llegar a manejar a los indígenas, ya que eran la autoridad natural entre ellos. Para caciques regionales, como los Cusicanqui y los Canqui o, en otros lugares, los Guarachi, los Siñani o los Ayaviri Coysara, resultó de vital importancia que se reconociera su ligazón con las élites incas y preincas y se los reconociera “como hijodalgos”, pues esto les permitiría mantener privilegios en la nueva situación colonial y escapar de cargas fiscales como el tributo o la mita.
En este nuevo panorama, los caciques encontraron formas de incidir creativamente en la estructuración de ese mundo. Mantuvieron sus privilegios, y generaron para ellos nuevos roles (como capitanes de mita, por ejemplo), se insertaron en las nuevas actividades y mantuvieron su acceso directo a la fuerza de trabajo de los “indios del común”.
La primera parte del libro muestra las estrategias de los caciques para insertarse de manera ventajosa en el nuevo orden colonial. La investigación indica cómo a fines del siglo XVIII, redes de alianzas que en los siglos anteriores habían logrado establecer los Cusicanqui a través de matrimonios con caciques de otros lugares, se habían consolidado, así como redes comerciales con corregidores españoles, y se comenzaban a tender lazos con sectores urbanos a través de matrimonios que incluían a hijas e hijos de españoles que vivían en La Paz.
El nacimiento de la República de Bolivia no cambió el estatus de los caciques, que, a pesar de los intentos liberales y modernizadores de los primeros gobiernos republicanos, fueron reconocidos por un decreto de Simón Bolívar. La ascensión a la presidencia de Bolivia del Mariscal Andrés de Santa Cruz Calaumana, hijo de una importante descendiente de caciques de la zona del lago Titicaca en Zepita, y un decreto firmado por él en 1831, ratificaron el derecho a la propiedad individual de los caciques.
Siglo XIX. Laura Escobari, focalizando su atención en el siglo XIX muestra cómo los Cusicanqui lograron su inserción en la sociedad de la época a través de cuatro canales: el político, el económico, la obtención de ciudadanía y lo que ella llama el “blanqueamiento cultural”, a la vez que mantenían el acceso a sus tierras en el campo, su ganado y también su actividad comercial. Un factor importante fue que los caciques sabían leer y escribir, y también eran propietarios con ingresos anuales significativos lo que, de acuerdo con los parámetros del siglo XIX republicano, los calificaba para ser considerados ciudadanos de Bolivia.
De esta manera, los descendientes de los caciques Cusicanqui se convirtieron en ciudadanos bolivianos, un estatus que tenía solamente un sector pequeño de la sociedad, y del que estaban excluidas las mujeres, por ejemplo, y grandes sectores de campesinos. Los Cusicanqui siguieron ejerciendo funciones en la nueva república, aprovechando también nuevas opciones de inserción social que se les presentaron, como cumplir labores de escribanos, corregidores, alcaldes y hasta clérigos. Ampliaron su radio de acción y se convirtieron en empresarios que negociaban con el Estado boliviano.
La Paz. En este proceso jugó un papel importante la ciudad de La Paz, la nueva sede de gobierno en el siglo XX, que se había consolidado ya como un punto importante en el espacio comercial, en el que los caciques indígenas habían ejercido como mercaderes desde la época colonial. La Paz se convirtió en una ciudad vital, que atrajo a muchos habitantes del interior del país y del campo. Las nacientes industrias y el comercio fueron factores que llevaron a un desarrollo demográfico en la ciudad, y los Cusicanqui asentados ya en este centro urbano se beneficiaron también de este crecimiento a través del comercio y los negocios. Algunos descendientes de caciques Cusicanqui se distinguieron en política, como es el caso de Hernán Siles Zuazo, hijo de Hernando Siles Reyes y de Isabel Zuazo Cusicanqui, que ejerció la presidencia de Bolivia en dos oportunidades.
Existen en Bolivia y Perú, principalmente, publicaciones sobre la actuación de caciques u otros sectores indígenas que marcaron significativamente la historia de su entorno, sin embargo, en general estos trabajos están centrados en momentos precisos, coyunturales, de la historia, donde los caciques tuvieron un papel protagónico que nos permite comprender las dinámicas de las situaciones estudiadas. El aporte fundamental de este trabajo de Laura Escobari es el seguimiento diacrónico y minucioso a una familia de caciques y sus descendientes, que se apoderaron de oportunidades, que las crearon a partir de iniciativas personales y que lograron una inserción beneficiosa en su entorno, siendo emprendedores en diversos rubros y momentos, transformando muchos elementos y condiciones inicialmente adversos y participando en la creación de nuevas opciones de vida para ellos y sus descendientes. Esta historia de larga duración permite comprender procesos lineales y multilineales que son parte del tejido profundamente entrelazado de la historia de lo que hoy es Bolivia.
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