miércoles, 13 de agosto de 2014

Las lágrimas del Pilcomayo y el dramático éxodo del pueblo indígena Weenhayek

A pesar de ser considerado un pueblo nómada, la comunidad indígena Weenhayek, vocablo que en la lengua del mismo nombre significa “diferente”, nunca se imaginó que tendría que emigrar a otros países por la enfermedad del río Pilcomayo, que ha sido depredado en sus riquezas piscícolas y contaminado por los residuos minerales.

Este pueblo que desde sus orígenes se ha alimentado del río, ahora lo debe abandonar. Y todo por la codicia de los depredadores que los empujan a zonas alejadas. Sin embargo, todos siguen manteniendo la esperanza de encontrar vida en la naturaleza que nunca les ha fallado.

Contrario a sus creencias en “ajats” o dioses de la naturaleza, nadie respetó a la Madre Tierra en la región villamontina donde aparecieron “dueños” del río y de los peces del Pilcomayo. Algunos incluso de alto rango militar, que se enriquecieron obligando a trabajar ilegalmente a los conscriptos, y utilizando métodos de pesca prohibidos, como trampas y explosivos, ante la mirada pasiva de las autoridades, o sea ante la mirada ciega de ellos mismos.

El pueblo “diferente” nunca fue comprendido por sus vecinos, quienes, con una visión totalmente occidental de desarrollo, y tratando siempre de imitar a las culturas más progresadas, solo pensaron en el beneficio económico inmediato y no en el futuro de los recursos naturales.

Los problemas comenzaron a escucharse luego de los estudios realizados por diversos científicos sobre la contaminación minera que sufrían las aguas del Pilcomayo, según ellos, causada por toneladas de minerales que se depositan diariamente en las aguas de las minas de Potosí, lugar en el que nace el cauce de este río.

Más adelante, la sobreexplotación de la riqueza piscícola y la implementación de un proyecto llamado Pantalón en aguas argentinas y paraguayas que desvió el cauce del río para utilizarlo en forma de riego acabaron con el río. Los pescadores nativos además de su voz tienen varios videos para probar las acciones ilícitas cometidas con el río. Nunca fueron tenidos en cuenta, nadie los vio ni oyó. Lo que si llegó fue la desaparición casi total del sábalo, el pez más apetecido de toda la región.

Los esfuerzos internacionales realizados por Bolivia para evitar este proyecto y sus consecuencias no fueron suficientes. Ni siquiera con la enorme cantidad de recursos erogados para defenderlos en temas como la instalación de la Oficina Técnica de los ríos Pilcomayo y Bermejo en Tarija, en la capital del departamento. Ni quienes trabajaban en esa repartición, cuya sede ahora es Formosa, lugar donde se está ejecutando el proyecto en Argentina, ni los representantes de Bolivia en diálogos internacionales, pudieron llegar a un acuerdo con los países vecinos.

Hoy, no solo el pueblo “diferente” sufre por la contaminación del río, sino que toda la población de la región villamontina, conocida por su tradición en la comercialización y pesca del sábalo, se está viendo afectada.

Se conocen datos que dicen que la actividad pesquera movía 15 millones de bolivianos anuales por venta directa en el río. Y aunque las autoridades tomaron algunas medidas preventivas como la suspensión de concesiones pesqueras a los militares, todo se hizo demasiado tarde. Tan tarde que ahora ni a ellos mismos les interesa la pesca en ese río, pues ya dejó de ser un negocio.

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