La vida en las comunidades de Itatiki e Ipitakuape -ubicadas en el municipio de Charagua, al sureste de Santa Cruz- transcurre sin prisa entre árboles frondosos, un calor abrasador y campos lozanos. En medio de este paraíso terrenal se practica una ganadería comunitaria y sostenible que busca enfrentar los efectos de la sequía.
Dos horas de viaje desde Charagua, por un camino de arcilla y piedra, conducen a estas comunidades guaraníes, que desde hace tres años aplican silvopasturas y cosechan agua a través de atajados y aljibes de geomembranas, con el fin de tener agua y forraje todo el año para su ganado.
La implementación de este sistema parte de una iniciativa comunal con el apoyo del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA) Cordillera, que a partir de los saberes locales impartió conocimientos técnicos para el aprovechamiento de los recursos hídricos y naturales de la zona.
Esto -indica Delcy Medina, productora comunal- no sólo les permite asegurar la alimentación de los animales, sino que, al tratarse de un proyecto sostenible y en comunidad, todos se benefician de la leche y el queso que producen, y evitan la deforestación de la tierra con la técnica de monte diferido, que restringe el acceso del ganado en época de lluvia para que las forrajeras nativas crezcan.
"Antes la comunidad se dedicaba a la ganadería al aire libre y morían las vacas por falta de forraje. Ahora se alimentan sólo de un área y cuando el pasto se acaba, sembramos para que vuelva a crecer con la lluvia. Toda la comunidad ayuda en el trabajo y cada uno es libre de venir a ordeñar para su familia”, comenta la agricultora.
La última década, el Chaco cruceño vivió periodos críticos de sequía que modificaron el calendario agrícola por el retraso y la discontinuidad de las lluvias. Si antes la época seca duraba de abril a noviembre, ahora puede extenderse hasta diciembre o terminar en octubre. Y es impredecible.
Al respecto, Alejandra Ansaldo, directora de CIPCA Cordillera, afirma que "las sequías son inevitables, pero depende de la capacidad de adaptación de las comunidades y de los mecanismos que desarrollen para amortiguar los efectos del cambio climático”.
De esta manera, en 2010 CIPCA Cordillera entregó a Itatiki 20 vaquillas criollas y un toro reproductor. A la fecha, y siguiendo al pie de la letra las recomendaciones, ya cuentan con 45 vaquillas y 15 terneros que habitan en un terreno de 2.100 hectáreas.
Las 35 familias beneficiadas tienen dos atajados construidos mediante movimiento de tierra, que son alimentados por el escurrimiento superficial de la precipitación pluvial. Esto permite almacenar agua que se aprovecha más en la temporada seca.
También construyeron un aljibe de geomembrana, de 20.000 litros, que utilizan para recoger, almacenar y preservar el agua de lluvia, a través de canaletas que conducen el agua del techo a este depósito, que luego transportan a bebederos para consumo de los animales.
En Ipitakuape, en cambio, después de recuperar 62.000 hectáreas para la comunidad, este año habilitaron un atajado con capacidad de 15.000 litros y empezarán con la cosecha de agua que beneficiará a sus 70 cabezas de ganado y 17 terneros.
"Hay buen interés de la gente en este proyecto. Las familias participan activamente en la siembra de pasto y en el cuidado del ganado. Es un trabajo en conjunto que busca el bien común”, dice Rolando Villagra, técnico de CIPCA.
Ese entusiasmo de los comunarios los está impulsando a producir leche para el desayuno escolar de la zona y también transformarla en yogur, mantequilla y queso para el consumo local.
Pero antes de alcanzar este objetivo, buscan el crecimiento de su ganado, al que cuidan con esmero y dedicación. "Hicimos una capacitación sobre el cuidado del ganado. Ahora sabemos qué enfermedades pueden sufrir y las vacunas que hay que aplicar. Además tenemos un encargado que los supervisa todo el día”, explica Javier Cochegua, capitán comunal de Itatiki.
Cochegua se encarga del cuidado de las hembras preñadas, del destete de las crías, supervisa que tengan agua y los lleva a pastorear en las silvopasturas, que consisten en una combinación de árboles y arbustos con pasto o leguminosas nativas e introducidas.
De la siembra y cuidado del pasto, no obstante, es responsable toda la comunidad, que con picota y pala en mano derraman las semillas, remueven la tierra seca y retiran árboles sin valor forestal, cortan el pasto cuando está a 15 centímetros del suelo y secan el que se desparrama en el terreno.
"Este proyecto es una gran ayuda para salir de la pobreza y también para tener una actividad diaria por el bien de la comunidad. Poco a poco estamos viendo los resultados y nos sentimos satisfechos por mejorar nuestras condiciones de vida”, dice Ángel Avelino, capitán comunal de Ipitakuape.
Como él, el resto de los comunarios siente el mismo entusiasmo que los impulsa a continuar con estas prácticas de aprovechamiento sostenible del agua en la ganadería que, por los resultados obtenidos, es un modelo para comunidades vecinas con el deseo de repetir esta experiencia.
68
familias
de las comunidades Ipitakuape e Itatiki se benefician de estos proyectos.
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