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domingo, 12 de octubre de 2014

Comunidades afro, desde la mirada de niños en los Yungas

Las largas jornadas de trabajo en cocales y cafetales, la diversidad de flora y fauna en su ambiente natural, las haciendas donde muchos vivieron un pasado de esclavitud, los tradicionales partidos de fútbol y otros escenarios cotidianos, fueron retratados por niños y niñas de tres comunidades de los Yungas, y plasmados en el libro Afros, una mirada para siempre.

En el marco de un proyecto que lleva el mismo nombre, la Fundación Afrobo impulsó esta iniciativa como una forma de rescatar la cultura afro en Bolivia, a través de la difusión de la historia y las costumbres de sus antepasados.

"Nuestro objetivo es que los niños afrodescendientes y también los aymaras conozcan más de nuestra cultura para fortalecer su identidad y eliminar cualquier forma de discriminación. Por medio de esta iniciativa los niños pudieron retratar su realidad y mostrar su cultura a través de fotografías”, afirma Carmen Angola, directora de la institución.

Durante su estadía en las comunidades de Chicaloma, Yabalo y Thaco, el equipo del proyecto -compuesto también por Eddy Vásquez, Lorena Barra y Diego Pérez- ofreció talleres para niños de entre cuatro y 13 años, que combinaron la teoría con la práctica.

Además del curso de fotografía inicial, los pequeños aprendieron sobre la música afro y sus instrumentos típicos, la historia de la llegada de los afros a Bolivia, salud alimentaria, interculturalidad y cuidado del medio ambiente.

Cada uno de estos temas fue crucial en el desarrollo de la práctica fotográfica, ya que a partir del conocimiento adquirido, plasmaron imágenes que reflejan facetas de sus comunidades, con un concepto detrás.

Vásquez asegura que los pequeños mostraron mucha apertura en las lecciones y, como muchos tomaron por primera vez una cámara fotográfica entre sus manos, quedaron impactados por lo que podían hacer con ellas.

El libro, compuesto por 89 fotografías, fue presentado la anterior semana en La Paz y será distribuido en cada comunidad y a cada participante en el proyecto. "Es un resumen de lo que ellos sienten por su comunidad y tendrán la opción de mostrarlo a otras personas”, dice Angola.

No obstante, hacer que todos se apropien de su cultura con la frente en alto, fue una tarea a la que no dieron tregua, ya que muchos de ellos evitaban reconocer sus raíces por temor a no ser aceptados en sus escuelas.

En la clase de instrumentos y bailes típicos, por ejemplo, algunos se negaban a dejarse llevar por el ritmo de la saya afroboliviana. Sin embargo, después de profundizar en la historia y mostrar la lucha de sus antepasados por eliminar la esclavitud, comenzaron a valorar y respetar su cultura.
"Aunque al principio no aceptaban, luego cambiaron de pensamiento respecto a su ascendencia y se sintieron orgullosos. Eso fue algo muy satisfactorio para nosotros”, apunta Vásquez.

Esa modificación en su pensamiento y actitud también se vio reflejada en su ánimo de compartir lo que aprendieron con niños que no lograron participar en los talleres, además de sus maestros y sus padres.

Saber que, de alguna manera, las enseñanzas serán replicadas en un futuro, es un incentivo para los miembros de la Fundación Afrobo, que desde ahora tiene la intención de replicar el proyecto en otras comunidades yungueñas con presencia afroboliviana, hasta abarcar a las 32 que fueron identificadas en territorio paceño.

Como señala Angola, "trabajar con niños es una necesidad, porque tienen que aprender a valorar el lugar donde viven y tienen que conocer su historia para fortalecer su identidad y rescatar nuestra cultura”.

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