Por cosas de la política, tres indígenas que llegaron al parlamento del sureño departamento de Tarija, en representación de sus pueblos originarios, tienen en sus manos el poder legislativo de la región con la mayor riqueza energética del país.
La región del Chaco boliviano durante siglos se ganó la fama de inhóspita. A sus frecuentes 45 grados y a una vegetación que brinda escasa sombra, se sumó su distancia de los centros de poder.
La historia cuenta cómo en tiempos de la Colonia los invasores españoles no lograron habitar el Chaco.
Entre 1932 y 1935, esa naturaleza también derrotó a los bolivianos, primero, y a los paraguayos, después, en la guerra que libraron para delimitar su porción en la región del Gran Chaco, que comparten también con Argentina.
Por ello, desde siempre, en el ahora próspero departamento de Tarija más de uno de sus espacios sólo ha sido territorio de guaraníes, de weenhayek y de tapietes, sus tres pueblos originarios. Incluso con la paulatina llegada de carreteras asfaltadas y el desarrollo de algunas ciudades gestado por el poder petrolero, el Chaco profundo sigue siendo suyo.
Sin embargo, hasta 2009 vivieron marginados de las estructuras políticas e institucionales y apenas, o nada, asistidos por el Estado. Distantes en sus confines, distantes en sus dialectos guaraníes, distantes en sus concepciones sobre la humanidad y su gobierno. Ese año llegaron algunos de los cambios por los que en varias oportunidades habían marchado sobre las lenguas de asfalto.
“Fue una conquista histórica de la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia y de la Asamblea del Pueblo Guaraní y las fuerzas populares”, dice el diputado departamental Justino Zambrana. “Por fin pudimos elegir representantes según nuestros usos y costumbres, bajo mandato de la nueva Constitución Política del Estado”, explica este dirigente guaraní.
Nuevas responsabilidades
En este departamento, a sus reivindicaciones seculares, los representantes originarios, que son tres, debieron sumar singulares e inesperadas responsabilidades, cuando los gobernadores y parlamentos departamentales fueron elegidos en 2009. Pasaron a integrar la Asamblea Legislativa Departamental de Tarija, una región convertida en el corazón energético del país.
Por ello, la disputa política por Tarija se volvió intensa. La cerrada lid entre partidos políticos que respaldan al Gobierno de Morales y los de la oposición derivó en una paridad de fuerzas parlamentarias propicia al desequilibrio y los pases de partido político de legisladores.
Entre los 30 asambleístas tarijeños, los votos del tapiete Vicente Ferreira, del weenhayek Antonio Tato y del guaraní Justino Zambrana pasaron a ser estratégicos.
“Primero no nos tomaban en cuenta, pero cuando descubrieron que nuestros votos valían, empezaron a buscarnos”, rememora Ferreira. “Me costó mucho. A veces no sabíamos qué decidir, mientras tenía que aprender de leyes y a debatir con abogados”, añade.
Una acelerada serie de situaciones puso a prueba al trío. El 27 de mayo de 2009 debieron decidir la presidencia de la Asamblea. Por afinidad con planteamientos del Movimiento Al Socialismo (MAS), liderado por el presidente Evo Morales, votaron por su líder de raíces aymaras, Aluida Vilte. Así, la pequeña bancada indígena dio un paso hacia sitiales del poder tarijeño y Zambrana fue elegido cómo vicepresidente.
Siete meses después la Asamblea debió decidir si suspendía del cargo al gobernador Mario Cossío, del opositor Camino al Cambio, acusado por la Fiscalía por hechos de corrupción. Los tres votos indígenas determinaron su destitución y abrieron el camino para que un masista, el entonces diputado aymara Lindo Condori, fuera designado como gobernador.
“No somos de hacer favores políticos a nadie. En el caso de Cossío, había que hacer cumplir una ley y lo hicimos. Por eso apoyamos su salida”, explicó Zambrana. Luego marca límites. “En las asambleas indígenas somos muy celosos para evitar cualquier intromisión política. Acá cuando hay que cuestionar, cuestionamos a cualquiera y a veces este Gobierno (nacional) ha dividido y quiere que indígenas se impongan sobre indígenas”, afirma. “A mí me enseñaron que un pueblo no puede someter a otro pueblo, tiene que haber respeto. Nosotros somos siempre ‘yambae’ (sin dueño, en guaraní)”, dice con sonriente firmeza.
En la presidencia
Dicho y hecho, en mayo de 2010, al comenzar el segundo año de la legislatura quinquenal, Zambrana fue elegido como su presidente, pero con los votos opositores al MAS. Se cuenta que una comisión del Gobierno central llegó desde La Paz para persuadir a los tres indígenas a cambiar su postura. “¿Para qué quiere un indígena presidir la Asamblea? ¿Quieren estar con la derecha?”, se asegura que preguntó un emisario, al que se le replicó: “¿Y el indígena Evo Morales gobierna el país para estar con la derecha?”.
Un año después, Zambrana fue ratificado en la presidencia del cuerpo legislativo. Asegura que incluso le plantearon la posibilidad de ser elegido gobernador, pero que rechaza esa idea. Analistas de Tarija aseguran que con su actitud evitó agravar la frecuente beligerancia que caracteriza a su parlamento.
Acusaciones y contra acusaciones sobre presiones de diversa índole han afectado también a la determinante bancada indígena. Cuando hubo la reelección de la presidencia, un grupo afín al MAS aisló durante casi tres horas al weenhayek Tato de manera intimidante. Esquivo y notoriamente tímido, este legislador evita hablar con los medios. Y al cierre de 2012 estuvo en su comunidad para dar cuenta de sus acciones ante los capitanes weenhayek. El capitán grande de ese pueblo, Moisés Sapirenda, abrió la posibilidad de cesarlo como su representante. “No ha informado muchas cosas, analizaremos si hay que revocar su mandato”, explica.
Tampoco se siente del todo satisfecho con la labor del resto de la bancada indígena, a favor de los pueblos que representan. “Estamos contentos con la apertura para que elijamos a nuestras autoridades por usos y costumbres. Esperamos leyes a favor de nuestros pueblos, pero parece que cuando se trata de asignar obras que cambien nuestras vidas, otra vez somos minoría. Seguimos lejos, como siempre”, dice.
La advertencia de Sapirenda no resulta desdeñable. Los weenhayek ya destituyeron, por usos y costumbres, a un asambleísta nacional y a otro regional en un departamento vecino. Mientras los capitanes tapietes y guaraníes esperan sus asambleas periódicas para evaluar los informes de Ferreira y Zambrana. Rendirán cuentas sobre cómo respondieron al reto de haber llegado de pronto al poder.
“Primero no nos tomaban en cuenta, pero cuando descubrieron que nuestros votos valían, empezaron a buscarnos”.
Vicente Ferreira.
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