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domingo, 26 de abril de 2015
Artesanías de los weenhayek les permiten vivir el día a día
La visión del mundo y su relación con la naturaleza es expresada en la artesanía del pueblo weenhayek. Sapos, quirquinchos, tigrecillos, cervatillos y peces, elaborados por materiales de su lugar de origen como la madera de palosanto, la fibra de la carahuata, semillas y plumas que recogen, fueron mostrados en una pequeña feria en los espacios del Patio del Cabildo.
Cultura
La weenhayek Sofía Romero Sánchez (ya quedaron en la noche de los tiempos los nombres originarios en su dialecto a causa de la evangelización) contó que en la artesanía figuran elementos que aún persisten de su cultura y que son fruto del trabajo de cada mujer y cada hombre.
Collares y llaveros, bolsas y canastas, pequeños animales, aretes, móviles elaborados con semillas, coquitos, fibra de caraguata, palma, plumas, coloreados con tintas naturales son elaborados por las mujeres, en cambio mientras unos hombres se dedican a la ya poca pesca del sábalo, otros hacen sillones, muebles, estantes, roperos y tallados en madera palosanto.
Sofía recuerda que gran parte de los tejidos y figuras, collares y aretes fueron aprendidos de sus antecesores. “Mi abuela enseñó a mi madre, mi madre me enseñó a mí, también nos dejaron esa moral para salir adelante con mi trabajo”, afirmó.
Además, sus tradiciones se reflejan en ellos: el búho que les protege y trae buena suerte, y el sapo, animal al que aprecian mucho porque su croar anuncia las lluvias en una región caracterizada por su sequedad y calor agobiante.
También lo consideran compañero del hombre porque en el pasado ellos no conocían los catres y vivían más en contacto con la naturaleza en la que existían insectos peligrosos como las arañas y otros que pican “y los sapitos eran sus animalitos porque se los comían y defendían al hombre”.
El sábalo que les daba la subsistencia es pescado por los hombres y que ahora escasea quizá porque existen personas que no son weenhayek y que no saben que entre ellos existe un pez de colores y escamas doradas al cual hay que respetar, y si lo pescas y lo matas, te trae desgracias. ¿Será por eso que ahora ya no hay tanto?.
El weenhayek sólo vive el aquí y ahora
La psicóloga social Elisabeth Carreras Paz que trabaja con la comunidad Weenhayek de Tunte’y (Piedra en este dialecto), ubicada en Villa Montes, contó que convivir con ellos es un desafío porque se trata de una cultura con sus propias formas de pensar sobre el estar en la vida y su propia cosmovisión de mundo.
Si bien sus costumbres ya tienen mucho que ver con las de occidente, hoy prefieren comidas elaboradas, fritas, pero aun mantienen esa actitud de vivir el hoy, el aquí y ahora. Ellos no piensan en el mañana, no planifican, no creen en el ahorro.
Como es una cultura básicamente recolectora, eso ha quedado muy marcado en su forma de enfrentar la vida, se puede ver que un weenhayek hoy puede tener mil bolivianos y mañana ya no, y nuevamente –en el caso de las mujeres- están en las calles de Villa Montes ofreciendo un trabajo artesanal para comer ese día, es una característica de este pueblo.
Para los hombres, la pesca es sólo una temporada que empieza en abril y dura hasta agosto. Y en esta temporada el weenhayek compra de todo, porque los comerciantes a pesar de que les pagan precios muy bajos, pero, por la cantidad, en ese momento tienen recursos y los gastan sin pensar en el futuro. También de eso se aprovechan quienes les llevan electrodomésticos u otras cosas suntuosas.
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